lunes, 2 de julio de 2018

Enzarzarse en polémicas políticas simplistas del pasado como el traslado de los restos mortales de Francisco Franco no conduce a nada.

Desde hace unos días ha cobrado intensidad la polémica sobre la retirada de los restos mortales de Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado desde 1936 a 1975, de su tumba, en el Valle de los Caídos.
El nuevo gobierno nacional, del PSOE, con el apoyo de todos los demás grupos políticos excepto el PP y Ciudadanos, dice estar dispuesto a sacar los restos de Franco en muy pocos días.
Llama la atención el vocabulario utilizado, la falta de rigor histórico, la omnipresente forma de simplificarlo todo y reducirlo a su mínima expresión, para, después, insultar, descalificar y culpar a todas las personas que no acepten esas frases sin valor alguno.
¿A qué me estoy refiriendo? ¿A quiénes? Basta leer los periódicos, escuchar la radio, ver la televisión o las noticias y demás mensajes de internet para darse cuenta de que algo está ocurriendo. Se habla de forma generalizada de Franco, al que suele seguir el epíteto de dictador. Después, dependiendo de quién hable, se vienen vertiendo afirmaciones de lo más fuertes, como genocida o asesino. En muchos momentos da la sensación de que esas personas que hablan o escriben de esa manera no se han molestado en aclarar que los restos mortales a los que se refieren eran eso, un simple cadáver. Parecía, en realidad, que se trataba de un hombre que estuviera vivo y al que tenían que desalojar. Es más, en un estado aconfesional  y viniendo de tantas personas agnósticas y tan progresistas sorprende esa casi veneración por el cadáver embalsamado de un enemigo, al considerarlo como vivo o cuasi-vivo, y tan importante, a pesar de llevar cuarenta y dos años y pico enterrado con una losa de mil kilos de peso encima y en un lugar recóndito al que sólo van los que de verdad tienen interés en hacerlo.
Tendría su gracia que, una vez sacados los restos de Francisco Franco, se ubicaran en un sitio, por ejemplo, céntrico y accesible y que su olvidada sepultura se convirtiera en lugar de atracción, de visita y hasta de culto. Desde luego es una posibilidad. Lo que está ocurriendo es que se está creando una curiosidad y generando unas expectativas antes inexistentes.

Es muy importante partir del rigor histórico, hasta dónde nos sea posible. Y hay que admitir que se trata de una personalidad controvertida, polémica, sobre la que nunca habrá consenso.
Así, Franco es la representación del dictador fascista para unas personas, con tintes de genocida, a pesar de que haya historiadores de gran prestigio y procedentes de enfoques marxistas que no lo consideran así. Mientras, para otras personas, es un héroe nacional, un caudillo, un salvador, aunque se conozcan con bastante exactitud sus carencias y defectos.

No se puede, en realidad no se debería, juzgar a una persona con una palabra o una frase o dos, sin tener en cuenta, como mínimo, el contexto en el que tuvo lugar esa vida, reducida a unas cuantas palabras. Sorprende que haya numerosas biografías de cientos y cientos de páginas, basadas en miles de folios, documentos, testimonios…y que se simplifique de forma tan burda. Decía un maestro y pintor que conocí que el medio utilizado condiciona el mensaje: con una brocha gorda hay determinadas imágenes que no se pueden pintar, sobre todo si la superficie es exigua.

Se están lanzando afirmaciones de lo más deformantes sin tener en cuenta que, para muchas personas, miles o cientos de miles de personas, pasan a ser poco menos que dogmas de fe, por el mero hecho de ser dichas por políticos, por gobernantes, por profesores universitarios, por periodistas…Esas personas no saben o no quieren saber que la realidad es muy compleja y difícil de conocer. No se les dice todo lo que podría ser necesario para situar en su lugar preciso a este personaje y este período de nuestra historia.
Es preocupante que haya tantísima gente que no sepa verdaderamente quién era Franco ni por qué unos lo denostan y otros lo respetan, por decirlo suavemente. Desde luego lo que puede llegar a inquietar es que la juventud se crea toda la mal llamada información que se genera ante estas polémicas y que terminan convirtiéndose en tópicos.
Hoy, sin ir más lejos, un articulista en el Diario La Tribuna de Ciudad Real habla del tema rebuscando en las profundidades de los últimos días de la muerte del entonces jefe del Estado y recreándose en los insultos y apodos que usaban algunos de los que le rodeaban. Curiosa lección de todo un político ya jubilado que, en tantas ocasiones, viene a hablar de respeto. ¿No tendrá por ahí el escritor de tan amplias miras algún articulillo sobre los apodos que recibían de sus camaradas personajes como Azaña o Negrín, por ejmplo, esperando a ser publicado?

No, el hecho de que yo escriba estas ideas no significa que sea franquista o fascista o nada por el estilo. Siento decepcionar a los etiquetadores y señaladores, tan abundantes como innecesarios. Se trata de un intento de clarificar una situación que se está emborronando, a mi juicio, hasta límites insospechados.
Podemos hablar de Historia empezando en 1936, en 1934, en 1931, en 1929…o ir más al grano. Podemos hablar de golpistas y tendremos que sacar a colación que, hace ochenta, noventa, cien años…era lo normal. Prácticamente todos los políticos de izquierdas (y de derechas) de aquellos tiempos eran golpistas y muchos de los líderes republicanos incluso pasaron por la cárcel por sus reconocidos intentos de dar golpes de estado.  
Se nos puede ocurrir hablar de “democracia” como un concepto actual que manejamos a diario pero sin olvidar que en esos tiempos de los que algunas personas se empeñan en utilizar política y partidistamente, el concepto era diferente. Lo que los demócratas de aquellos partidos como el PSOE o el PCE querían era la dictadura del proletariado…y no por eso se les llama, por ejemplo, estalinistas, ni genocidas. Son cuestiones históricas que no se deben extrapolar, sin más, como se está haciendo. Los golpistas de antes de la instauración de la II República se convirtieron en héroes y sus nombres se usaron para denominar las calles más céntricas de toda España, por ejemplo. Cuando se habla de Azaña no se añade a continuación "golpista", por ejemplo.
Los que hoy se consideran herederos del PCE deberían recordar cuáles eran las formas de hacer de sus líderes hasta hace muy poco tiempo no solo con los adversarios sino simplemente con los que pensaban ligeramente diferente dentro de las mismas filas.
Leí que esta medida del traslado de los restos de Franco llegaba cuarenta años tarde. No tengo una opinión al respecto pero me acuerdo bastante bien, a pesar de ser un joven en aquellas fechas, de lo que fueron los primeros años de la llamada Transición. Eran los llamados “años de plomo”. Fueron años de huelgas, de manifestaciones, de atentados mortales casi a diario, de una evolución que hoy me parece vertiginosa…Pero desde luego, desenterrar o exhumar a los dos o tres años del entierro parece muy, muy precipitado. Por cierto, muchas personas de izquierdas hacían burla del fallecido y se decía, por ejemplo, que allí, bien alejado, estaba bien enterrado Franco, con una losa de más de mil kilos de peso, para que no pudiese escapar.

Por otra parte no creo que se trate ni de una prioridad ni de una verdadera necesidad pero admito que, fundamentalmente, para algunos políticos y supongo que para un número indeterminado de personas, sí lo es. Me cabe la duda de si las personas que así opinan tienen la información necesaria sobre el tema.
Yo creo, por ejemplo, que el rey Fernando VII no fue ni buen rey ni buena persona pero no creo que haya que sacarlo de su tumba de la cripta en la que yacen sus restos. El Valle de los Caídos está lo suficientemente lejos y apartado como para que nadie pueda argumentar en su contra nada que no sea una personal idea de lo que debe ser el enterramiento de los jefes de Estado.
En un programa de televisión de hace ya unos años en el que se estaba abordando el tema de la II República y la guerra civil española un historiador hablaba de la fatalidad de la llegada de Franco y sus fuerzas a una ciudad española. Le siguió en el turno de palabra otro historiador que narró como la entrada del general supuso la supervivencia de su padre.
En fin, no es un tema fácil, no es resumible en una frase, en un insulto, en una descalificación hacia quiénes sencillamente piensan de otra manera, no es -no debería ser-un arma política. Se hará lo que se haga –dónde manda patrón no manda marinero…-pero debería flotar en el ambiente el respeto en todas las opciones. 
He leído las propuestas de Izquierda Unida en un artículo de internet. No me atrevo a opinar sin tener delante el documento presentado en el Congreso de los Diputados. Lo que leí me parecía un ejercicio de radicalismo verbal con ánimo de asustar, de molestar y hasta de humillar pero nada más, algo parecido a "radicalismo aposemático asintomático", como de barra de bar, en la sexta...caña.
Por otra parte, sería importante que tanto en esta materia como en otras muchas, se buscara la objetividad, se trabajara el consenso, se priorizara, se establecieran normas duraderas, se previnieran situaciones que puedan ser contradictorias…en fin que, puestos a hacer, que se haga bien o, mejor dicho, lo mejor posible.
Habría que pensar en no polemizar, en no instrumentalizar, en no trivializar, en no deformar, en no enciscar o encender, en no polarizar, en no enfrentar, en no espectacularizar…Con la cantidad de problemas que tenemos, con las necesidades perentorias de cientos de miles de personas, con los retos que, no es que se avecinen sino que yacen ahí en todos nuestros rincones, me parece una trivialidad y un despropósito todo lo que está pasando con los restos mortales de Franco.
Se puede hablar por hablar, como se habla del tiempo o como se elaboran discursos muy bien sonantes pero que conducen al laberinto de la incomprensión, del echar en cara, de acusarse mutuamente, de la victimización, de la culpabilización, de las palabras enormes que se quiere que caigan como bombas, como la de “dignidad” o la de “justicia” o la de la “memoria histórica”, con todo el respeto por mi parte. Por el contrario, se puede intentar ver con seriedad cuál es la mejor opción o, quizás, la menos mala.
El otro día decía yo que si se llamara o entrevistara a mil personas, por ejemplo, y se les pidiera que hicieran un listado de las cincuenta medidas más urgentes que debe tomar el nuevo gobierno de Pedro Sánchez y su amalgama de partidos e ideologías no creo que saliera, ni por asomo, el traslado de los restos de Franco. Pero, dicho esto, quizás una vez que se haga, mejor o peor, algunas personas tendrán que buscarse otro discurso y se dará cuenta, igualmente, mucha gente, de la escasa o nula importancia del tema.
Piedrabuena, 2 de julio de 2018, lunes.
FZS.