Ayer, 24 de enero de 2015, Pablo Iglesias intervino en un programa televisivo en La Sexta, la Sexta noche. A mi juicio perdió totalmente el control y, de alguna manera, se retrató. Independientemente de que el periodista Eduardo Inda pueda tenerle más que harto lo que hizo Pablo Iglesias fue una torpeza y una impresionante falta de respeto no solo a su interlocutor sino a todos los espectadores.
Sacar a relucir un apodo o mote de adversario es sencillamente una bajeza. Pero lo peor es que dejó bien claro que no era un simple error sino una estrategia y algo premeditado ¿Cómo entender que se lo repitiera tantas veces? ¿Cómo entender que incluso cuando ya se lo había dicho el moderador varias veces siguiera haciéndolo?
Sencillamente, para mí y creo que para muchas más personas Pablo Iglesias anoche perdió toda su credibilidad. Se comportó como un niñato sin control que daba rienda suelta a su inquina, cayendo precisamente en la trampa y en la provocación también premeditada.
Un cargo público no puede ir insultando por ahí a la gente y, sobre todo, si dice aspirar a ser el presidente de gobierno de España. Por cierto, me daría igual si fuera el aspirante a la alcaldía del pueblo más pequeño.
Quedó claro que traía preparado el guión y que tiene una asignatura suspensa con Inda. O la supera o así no podrá seguir.
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