domingo, 29 de octubre de 2017

Yo si tengo miedo... (Sobre el proceso de independencia catalán, 1)

Hace poco tiempo en Cataluña, en varias manifestaciones, la gente coreaba la frase "No tenemos miedo". Después de todo lo que está ocurriendo la verdad es que yo no me siento nada seguro. Siento miedo por si muere alguien. Me preocupa el dolor ajeno, y el propio, como es lógico. 
Me asusta pensar que Cataluña se pueda separar de España de forma traumática, sin consenso. Y hoy no lo hay ni podrá haberlo en un corto plazo. Me parece que desde Cataluña en general no se están haciendo bien las cosas ni se está diciendo la verdad. Y sin verdad nada puede ir bien. Estoy seguro de que desde las posturas independentistas se pensará lo mismo de España y de su gobierno.
Yo sinceramente sí tengo miedo. Miedo de la violencia, del odio, de la incomprensión, de los muchos daños que se pueden generar y de los que ya se están generando. Temo, por ejemplo, las simplificaciones, las generalizaciones, las particularizaciones, la banalización, la trivialización, las polarizaciones, la incomprensión, el populismo de cualquier tipo, el victimismo, el cuento, la utilización interesada, el politiqueo de cualquier clase...
Recuerdo aquel dicho que tanto me impactó hace unos treinta años: se cazan más moscas con miel que con hiel. En mi opinión es aplicable en las dos grandes posiciones. Desde la España no independentista hay mucho que podemos hacer. Por ejemplo, yo el otro decía con humor y con algo de ironía que prefería celebrar la Diada o San Jordi en mi colegio que celebrar Halloween. Podríamos empezar por levantar nuestros particulares micro-embargos y bloqueos. Si en unos días se notara algo sería una señal de que el temporal podría empezar a amainar.
Otra idea que me preocupa mucho es pensar quién o quiénes pueden estar satisfechos con todo lo negativo que está ocurriendo. ¿Quiénes podrían ser los pescadores de estas aguas revueltas? ¿Hay personas o grupos de presión que están manejando el conflicto de manera interesada?
En fin, nos encontramos en una situación muy difícil, muy compleja, muy delicada y quizás entre todas y todos podríamos empezar a darle otra solución que las que se están viendo hasta ahora: unos tiran para un lado y los otros, para el otro. Quizás mi actitud sea simple ingenuidad pero me queda la duda y la prefiero a las supuestas certezas.

Franco como discurso político, más de cuarenta años después de su muerte y la gestión del agua.

Francisco Franco Bahamonde murió en 1975. Hoy, en 2017, se sigue hablando de él en numerosas ocasiones. Llama mucho la atención que lo sigan nombrando los políticos -determinados políticos-con ocasión de ...en realidad en cualquier ocasión. Es decir, podría tener lógica si se hablara de Franco en relación a temas concretos, si se estuviera hablando del pasado, si se analiza algo en clave histórica, pero no parece cuadrar con un esquema medianamente serio, si se usa como coartada, como imagen muy gráfica y expresiva de lo que está mal o de lo que se hizo y nunca se debería haber hecho. 
Por cierto, esa delimitación que acabo de hacer de "los políticos" para referirme a "algunos políticos" se refiere en realidad a los políticos fundamentalmente del PSOE. Que se pueda argumentar desde otros partidos es entendible pero no es así si lo hace un partido que ha estado tantas legislaturas completas en el poder y, algunas, con las llamadas mayorías absolutas. Felipe González Márquez estuvo cuatro legislaturas y José Luis Rodríguez Zapatero, dos, de manera que, cuando hace dos o tres días Pedro Sánchez, el actual secretario general, hablaba de Franco en Toledo, resultaba un tanto anacrónico.
Dicho esto, recuerdo lo que en términos exclusivamente académicos me contaba un profesor universitario allá por 1998. Se trataba de una persona que siempre se ha definido como de izquierdas y que, durante muchos años militó o colaboró con al menos un partido de esa ideología. Afirmaba que siempre que hablaba de cuestiones del pasado reciente su alumnado, alumnas y alumnos mayores de edad y matriculados en una carrera universitaria de lo que se podría llamar como de "letras", nombraba a Franco. 
Era una especie de lugar común o, más bien, un comodín. Todo había pasado por Franco, todo se debía a Franco. Era como si fuera el único nombre propio que se asociaba a esas décadas pasadas, el único que se conocía. Ese fenómeno me atrevo a decir que se sigue produciendo en gran medida. Franco se ha convertido más en un icono, en una especie de mito, en un concepto moldeable y adaptable que en una realidad más o menos compleja y controvertida. 
Por otra parte, que sea el alumnado de niveles universitarios, pre-universitarios o, en general, la gente joven, la que parece no saber quién era ese personaje, qué hizo y qué no hizo, tendría cierta explicación. He dicho cierta, pero habría que meterse en el tema, que excedería la idea de esta breve reflexión. Lo que no parece que tenga justificación es que tantos políticos actuales del PSOE hablen de Franco como concepto tópico, como "todo en uno", como causa de cualquier problema o solución de cualquier postulado. 
Si alguien ha llegado leyendo hasta aquí, dependiendo de su ideología, podrá pensar que estoy defendiendo a un dictador o atacando a un hombre de estado y nada de eso hay en estas líneas. Como ya no sería la primera vez, también es posible que se me tilde de justificador o normalizador de conductas o ideologías neo-nazis, fascistas o similares. Y nada de eso hay. Se trata de una crítica a ese uso indiscriminado de un nombre propio cargado de significados contrapuestos. Es una forma de preguntarme si tiene sentido que, después de cuarenta y dos años, se siga hablando de ese jefe de Estado como si fuera ayer. 
Yo no sé lo que ocurre en otros países con personajes parecidos. No sé si se empieza a hablar en un mitin y se termina hablando del tema en cuestión. Me temo que si. En Irlanda hace unos años, leyendo un periódico, un columnista sacaba a colación unos crímenes cometidos por los ingleses antes de la segunda guerra mundial.
Una vez, hablando con una persona que había militado casi toda su vida en el entonces llamado Partido Comunista de España, sobre la gestión del agua en España me decía que "si algo había hecho bien el tío Paco era hacer pantanos". Curiosamente se trataba de un encuentro en el que yo iba a trasladar las propuestas de varios grupos ecologistas en materia de agua para su programa electoral, basado precisamente en obras hidráulicas, aunque su partido había cambiado de siglas una vez, y otra más de denominación, en una escisión. Esa idea está bastante extendida entre la gente que se auto-clasifica como de izquierdas o simplemente progresistas.
Más me sorprende que haya personas como José María Fresneda, de ASAJA, con una formación académica que considero sólida, y a mi juicio, bastante cercanía o sintonía con el Partido Popular, que afirmen que "la dictadura nos quitó el agua y la Democracia no nos la devuelve". Así, la situación queda en empate: se trivializa con cuestiones muy complicadas y se echa la culpa por igual pero sin recordar el pequeño detalle de  que han pasado más años desde su muerte que los que estuvo en el poder el general. Por cierto que para las personas que realizan esas críticas aparentemente totales, globales, viene bien recordar que hay legislación que todavía está en vigor (al menos lo estaba hasta hace muy poco tiempo), lo que supone una verdadera mancha de duda.
Ahora, con el problema de la declaración unilateral de independencia de Cataluña se ha vuelto a hablar mucho, en realidad a nombrar mucho, a Franco. No he seguido los debates ni las noticias a diario pero lo poco que he oído me ha parecido bastante plagado de esos tópicos, tópicos que, por cierto, no se reducen solo a Franco. Otros hay que quizás algún día salgan a colación.

viernes, 27 de octubre de 2017

viernes, 20 de octubre de 2017

La importancia del lenguaje y el falso "ataque fascista" a la política Mónica Oltra.

Antesdeanoche, es decir, la noche del miércoles 18 al jueves 19 de octubre de 2017, un grupo de personas de extrema derecha, según la televisión, fueron a la entrada de la vivienda de la política valenciana y vicepresidenta del gobierno autonómico, Mónica Oltra, y estuvieron cantándole el himno de España, la canción de Manolo Escobar "Que viva España" y otras similares.
Según la política se trató de un "ataque fascista" y así lo expresaron en diferentes informativos televisivos de ámbito nacional. Uno de los protagonistas sin embargo dijo que se trató exclusivamente de una serenata nocturna.
Resulta curioso y sorprendente que una realidad tan concreta se pueda calificar de formas tan diferentes y contrapuestas. También sorprende que los medios de comunicación utilicen el vocabulario de la persona afectada tan a la ligera. Y llama poderosamente la atención que no se haya usado el término "escrache" que tanto se ha venido usando desde el año 2011, como neologismo parece ser que de origen argentino. Durante estos años muchos políticos de la llamada izquierda justificaban esas acciones y jamás, o muy escasas veces las condenaron, hasta dónde tenemos conocimiento. Parece ser que la misma Mónica Oltra participó en acciones similares. En fin, si hablamos con propiedad la acción de antesdeanoche no parece corresponderse desde ningún punto de vista con un "ataque fascista" que, por cierto, se asimilaría con los ocurridos estos años, más violentos y agresivos y menos musicales, con "ataques comunistas", "ataques rojos", "ataques estalinistas" o "ataques marxistas".
Estas acciones, desde mi punto de vista, no tienen cabida en un marco de convivencia pacífica y democrática. Pero todas ellas, no solo las de la llamada derecha. Además, sería interesante que nos pusiéramos de acuerdo con las denominaciones y los calificativos. Se generan muchos malos entendidos que dificultan el entendimiento.
Por cierto, si lo ocurrido en la calle, a las puertas de la casa de la política Mónica Oltra es un ataque fascista ¿qué es lo que está ocurriendo en Cataluña? ¿Rodear edificios en los que hay fuerzas del orden impidiendo su salida es bailar a la sardana o al corro de la patata? ¿Impedir el acceso a edificios públicos a la Guardia Civil o la Policía Nacional cómo se llama? ¿Jalear a los no independentistas o incluso a los indecisos o más aún, a la gente que sencillamente no quiere manifestarse cómo se podría llamar? ¿Hacer pintadas señalando a los que no están de acuerdo con unos postulados políticos tiene algún nombre? ¿Y todas las acciones que han tenido lugar estos años en las que han participado incluso los políticos que ahora nos representan, son ataques, son serenatas, son escraches, son manifestaciones ilegales, son asonadas, caceroladas, pitadas o qué?
En fin, yo no estoy de acuerdo con que se moleste o perturbe a nadie cuando está en su casa o simplemente paseando, pero a nadie. El lenguaje es muy importante, tanto como los números y las unidades en matemáticas. Sin ponernos de acuerdo en estas cuestiones no nos podremos entender.


martes, 3 de octubre de 2017

¡Otra vez a hablar de los grises!

Los grises era como se llamaba a la Policía Nacional en los tiempos del Franquismo y de la Transición. Para mucha gente era poco más que una denominación más o menos graciosa con un toque peyorativo y, para otros, fueron algo como un icono que representaba la represión del Estado. Sea como fuere, en realidad era la Policía Nacional, un cuerpo de seguridad no militar. La Guardia Civil es, por el contrario, un cuerpo de Seguridad militar, a pesar de su nombre. 
Se hablaba de los grises, sobre todo, en la Transición...y mucha gente, muchos políticos, sindicalistas, activistas...decían que habían corrido delante de ellos o que, incluso, habían sufrido los palos en las manifestaciones.
A mí me cambió esa concepción cuando estuve en el País Vasco, o Euskadi, según se prefiera. Allí me contaron y aprendí que a quién de verdad temía la gente que iba a las "manifas" era a la Guardia Civil, de manera que mi idea de esos policías terribles  rebajó mucho su intensidad.
Por si fuera poco me contaron un chiste que, como casi todos, no tenían en realidad nada de broma sino de sentencia de tesis doctoral, de Forges. Creo que era de Forges, que me corrija alguien si me equivoco. Lo que vino a decir es que él estuvo en alguna de esas refriegas con los famosos, temidos y denostados grises y, en realidad, no había tanta gente...
Ahora vuelve el fantasmagórico concepto. Políticos y otras personas vuelven a hablar de ellos pero habría que ver si de verdad estuvieron o no. Y vuelve la Policía Nacional a estar en el punto de mira de la llamada opinión pública por ...trabajar, por cumplir con su trabajo, por hacer lo que se les ha pedido.
Yo creo que habría que pensar un poco más antes de hablar, de escribir, de titular una fotografía en un periódico de tirada nacional, internacional o autonómica...Desde luego lo que está pasando no es, a mi juicio, tan grave como se nos está intentando hacer ver. Evidentemente hay un problema que, a su vez, son muchos conflictos más. Pero de eso a sacar conclusiones de lo más extremas hay una gran diferencia.
Hablar mal de los que cumplen con su trabajo y hablar bien de los que no lo cumplen me parece poco acertado. Usar términos demasiado fuertes, rotundos o humillantes no es una buena iniciativa para mejorar la situación de tensión que se está viviendo. Y debería haber una forma única de entender la autoridad. No parece lógico que se critique a unos y no a otros o que se les pida ayuda en determinadas situaciones y en otras se les critique, persiga, insulte, agreda o humille.
La información que nos llega es contradictoria de manera que todo es matizable y revisable pero está habiendo mucha palabrería y hasta palabrotería en cuanto a las actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Ojalá fuera cierto que se tiene la intención de investigar lo ocurrido y, después, darlo a conocer. Me temo que se trata de hacer ruido y debilitar al contrario, como suele ser habitual.
Desde luego es sospechoso que se hable tanto de los grises, de hace cuarenta años, de la Policía Nacional y de la Guardia Civil y tan poco de lo que de verdad está ocurriendo. 

Como siempre, me sorprenden mucho los comentarios de periodistas, contertulios, políticos, profesores de universidad, escritores y ...todo ese grupo de personas que, mejor o peor, dan su opinión y sus conocimientos y experiencias en público. Y me sigue sorprendiendo, como siempre,  la falta de respeto y de rigor de muchos de ellos.
Y para otro día puede quedar pendiente hablar de algunos comentarios escuchados o leídos a Ada Colau, a Pablo Echenique y a Pablo Iglesias. Sin entrar a valorar el trasfondo, en mi opinión, siguen perdiendo el norte y, en este caso, el rumbo de la cordura.