domingo, 29 de octubre de 2017

Franco como discurso político, más de cuarenta años después de su muerte y la gestión del agua.

Francisco Franco Bahamonde murió en 1975. Hoy, en 2017, se sigue hablando de él en numerosas ocasiones. Llama mucho la atención que lo sigan nombrando los políticos -determinados políticos-con ocasión de ...en realidad en cualquier ocasión. Es decir, podría tener lógica si se hablara de Franco en relación a temas concretos, si se estuviera hablando del pasado, si se analiza algo en clave histórica, pero no parece cuadrar con un esquema medianamente serio, si se usa como coartada, como imagen muy gráfica y expresiva de lo que está mal o de lo que se hizo y nunca se debería haber hecho. 
Por cierto, esa delimitación que acabo de hacer de "los políticos" para referirme a "algunos políticos" se refiere en realidad a los políticos fundamentalmente del PSOE. Que se pueda argumentar desde otros partidos es entendible pero no es así si lo hace un partido que ha estado tantas legislaturas completas en el poder y, algunas, con las llamadas mayorías absolutas. Felipe González Márquez estuvo cuatro legislaturas y José Luis Rodríguez Zapatero, dos, de manera que, cuando hace dos o tres días Pedro Sánchez, el actual secretario general, hablaba de Franco en Toledo, resultaba un tanto anacrónico.
Dicho esto, recuerdo lo que en términos exclusivamente académicos me contaba un profesor universitario allá por 1998. Se trataba de una persona que siempre se ha definido como de izquierdas y que, durante muchos años militó o colaboró con al menos un partido de esa ideología. Afirmaba que siempre que hablaba de cuestiones del pasado reciente su alumnado, alumnas y alumnos mayores de edad y matriculados en una carrera universitaria de lo que se podría llamar como de "letras", nombraba a Franco. 
Era una especie de lugar común o, más bien, un comodín. Todo había pasado por Franco, todo se debía a Franco. Era como si fuera el único nombre propio que se asociaba a esas décadas pasadas, el único que se conocía. Ese fenómeno me atrevo a decir que se sigue produciendo en gran medida. Franco se ha convertido más en un icono, en una especie de mito, en un concepto moldeable y adaptable que en una realidad más o menos compleja y controvertida. 
Por otra parte, que sea el alumnado de niveles universitarios, pre-universitarios o, en general, la gente joven, la que parece no saber quién era ese personaje, qué hizo y qué no hizo, tendría cierta explicación. He dicho cierta, pero habría que meterse en el tema, que excedería la idea de esta breve reflexión. Lo que no parece que tenga justificación es que tantos políticos actuales del PSOE hablen de Franco como concepto tópico, como "todo en uno", como causa de cualquier problema o solución de cualquier postulado. 
Si alguien ha llegado leyendo hasta aquí, dependiendo de su ideología, podrá pensar que estoy defendiendo a un dictador o atacando a un hombre de estado y nada de eso hay en estas líneas. Como ya no sería la primera vez, también es posible que se me tilde de justificador o normalizador de conductas o ideologías neo-nazis, fascistas o similares. Y nada de eso hay. Se trata de una crítica a ese uso indiscriminado de un nombre propio cargado de significados contrapuestos. Es una forma de preguntarme si tiene sentido que, después de cuarenta y dos años, se siga hablando de ese jefe de Estado como si fuera ayer. 
Yo no sé lo que ocurre en otros países con personajes parecidos. No sé si se empieza a hablar en un mitin y se termina hablando del tema en cuestión. Me temo que si. En Irlanda hace unos años, leyendo un periódico, un columnista sacaba a colación unos crímenes cometidos por los ingleses antes de la segunda guerra mundial.
Una vez, hablando con una persona que había militado casi toda su vida en el entonces llamado Partido Comunista de España, sobre la gestión del agua en España me decía que "si algo había hecho bien el tío Paco era hacer pantanos". Curiosamente se trataba de un encuentro en el que yo iba a trasladar las propuestas de varios grupos ecologistas en materia de agua para su programa electoral, basado precisamente en obras hidráulicas, aunque su partido había cambiado de siglas una vez, y otra más de denominación, en una escisión. Esa idea está bastante extendida entre la gente que se auto-clasifica como de izquierdas o simplemente progresistas.
Más me sorprende que haya personas como José María Fresneda, de ASAJA, con una formación académica que considero sólida, y a mi juicio, bastante cercanía o sintonía con el Partido Popular, que afirmen que "la dictadura nos quitó el agua y la Democracia no nos la devuelve". Así, la situación queda en empate: se trivializa con cuestiones muy complicadas y se echa la culpa por igual pero sin recordar el pequeño detalle de  que han pasado más años desde su muerte que los que estuvo en el poder el general. Por cierto que para las personas que realizan esas críticas aparentemente totales, globales, viene bien recordar que hay legislación que todavía está en vigor (al menos lo estaba hasta hace muy poco tiempo), lo que supone una verdadera mancha de duda.
Ahora, con el problema de la declaración unilateral de independencia de Cataluña se ha vuelto a hablar mucho, en realidad a nombrar mucho, a Franco. No he seguido los debates ni las noticias a diario pero lo poco que he oído me ha parecido bastante plagado de esos tópicos, tópicos que, por cierto, no se reducen solo a Franco. Otros hay que quizás algún día salgan a colación.

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