sábado, 18 de diciembre de 2021

Del árbol caído -el rey emérito- Revilla hace buena leña.

 Yo era un adolescente cuando aprendí de un compañero de 8º de EGB lo que significaba eso de hacer leña del árbol caído. Hizo una exposición brillante y se me quedó grabado.

Ahora, cuando veo a los aduladores de ayer, por no utilizar otros vocablos más soeces y cotidianos, haciendo leña a destajo, pienso en lo tornadizos que somos, en general.

Veamos. Libros y documentos que criticaban con datos muy sólidos al rey emérito Juan Carlos I los conozco yo, que nunca me he preocupado especialmente de este tema, al menos desde 1999. Estoy hablando de un libro del periodista Luis Cacho. En fin, más de veinte años después, es decir, más de veinte años después de mirar para otro lado y de no querer saber o decir lo que se sabía, llega el momento de la crítica feroz. Y digo feroz porque -independientemente de que sea merecida-no se aplica, sospechosamente, esa energía y esa contundencia hacia otras personas de la escena política, empresarial, pública o privada.

Un presidente de una comunidad autónoma tan mediático y hasta histriónico debe saber mucho más que yo, maestro de escuela y aprendiz perpetuo. Recuerdo sus elogios y hasta sus bufonadas hacia el rey. Ahora, todo lo que de positivo pueda haber, se ignora. Se enfatiza lo negativo sin consideración alguna.

-Paco, ¿no estarás defendiendo el delito?

-No, estoy defendiendo otra cosa, aunque creo que no lo voy a saber explicar.

-Es que, vaya tela, fíjate, ¡es tremendo!

-Sí, sí, claro.

Podría ser un breve intercambio de impresiones.

Dice Revilla que una persona que hablaba en los momentos más importantes del año y que decía que hay que cumplir las normas y tal y cual...Pero, si nos paramos a pensar en el largo listado de políticos, empresarios, artistas y demás que han sido objeto de investigación, de juicio y hasta de cárcel, veremos que ya es difícil recordar cuántos y cuan variados y variadas son. Pero, ¿cuánto se les ha criticado?. Y ahora, si esas personas, u otras, o nosotros mismos, hubiésemos habitado entre esas paredes palaciegas ¿qué habríamos hecho? ¿No estaremos viendo la paja, aunque sea presumiblemente grande, en el ojo ajeno y obviando la viga en el propio?

Yo prefiero no tener amigos, conocidos o admiradores como Revilla y tantos otros. 



viernes, 17 de diciembre de 2021

El suicidio en España, silenciado, y aumentando.

Hace pocos días me enteré de la muerte de una joven de dieciocho años en Piedrabuena. A los dos o tres días saltó la noticia del suicidio de la actriz Verónica Forqué. Cuando supe que una chica con toda una prometedora vida por delante se había quitado la vida pensé que tenía que escribir algo. Me vinieron a la mente algunas ideas. Yo sabía que en España el número de muertes diarias por suicidio es muy alto, por encima de la mortalidad por accidentes de tráfico, por accidentes laborales o por violencia de género. Lo que no sabía es que esa cifra está aumentando ni que ahora el número de mujeres estuviera aumentando.
También sabía que esa idea de que la información sobre los suicidios genera más suicidios es falsa. Escuché una vez una entrevista larga a una persona que estaba muy bien informada y que manejaba estadísticas muy fiables. 
La realidad es que, lo que está ocurriendo, precisamente, es que este silencio impuesto está matando. Y me explico.
¿Saben las personas qué hacer cuando se encuentran ante ese impulso mortal? Como sociedad, ¿tenemos respuestas rápidas y asequibles para todo el mundo? Por ejemplo, una persona joven, por las razones que sean, siente que no puede seguir viviendo. ¿Conoce la existencia de profesionales dispuestos a ayudarle a golpe de teléfono? ¿Conoce todo el mundo el teléfono de la Esperanza? Tienen, por ejemplo, desde hace más de cincuenta años, una línea especializada en suicidios.
¿Saben esas personas los miles, los cientos de miles de profesionales y no profesionales que están dispuestos a ayudarles a superar ese bache, ese socavón, ese sendero resbaladizo y peligrosísimo que aboca al precipicio
¿Conocen los diferentes protocolos de actuación existentes en las diferentes instituciones españolas?
La respuesta es desoladora. Me temo que no. El suicidio sigue siendo un tema tabú. Es muy desagradable, doloroso y nos da miedo. Como suena. Así, cerrando los ojos y mirando para otro lado nos parece, como sociedad, que no existe el problema en toda su gravedad, en toda su profundidad y, sobre todo, en toda su magnitud. Porque estamos hablando de once personas diarias en España, ¡que se dice pronto! Sin embargo dedicamos, se dedican horas y horas de los llamados medios de comunicación a hablar de nimiedades, o de tal o cual asesinato, por ejemplo, que se convirtió en un gran espectáculo, por las razones que fueren...Si multiplicamos 365 días por 11 nos sale una cifra impresionante que debería hacernos abrir los ojos y la boca para decir, ¡Ya está bien de ocultar la realidad, por dura y amarga que sea!
Tenemos derecho a estar informados e informadas y se nos está negando ese derecho, en una sociedad que se autocalifica de democrática, abierta, plural, que respeta la libertad de expresión y el derecho a estar informados.
Con el suicidio pasa como con el cáncer, que no da la cara, que no presenta síntomas que nos hagan presagiarlo o poderlo dictaminar y evitar.
Pero también pasa lo que ocurría con el cáncer hace treinta o cuarenta años. Sencillamente se evitaba hablar del tema. En unas jornadas sobre cáncer infantil uno de los familiares de un niño con cáncer nos recordaba cómo tuvieron que luchar para que la planta en la que hospitalizaban a los niños y niñas con enfermedades oncológicas pasara del segundo sótano de muchos hospitales, a la planta cuanta, de Pediatría. ¡Sorprendente! Y es que se pensaba, en aquellos años, que era algo tan fuerte que lo mejor era apartarlo de la vista. Pensémoslo. Algo así viene ocurriendo con el suicidio. 
Nuestros jóvenes y no tan jóvenes tienen derecho a recibir ayuda. Y parece ser que, una de esas ayudas consistiría en crear un teléfono directo de tres cifras. Además, se habla de la necesidad de contratar a más psicólogos en los servicios de salud pública. Pero yo creo, en mi modesta opinión, que tenemos que hacer mucho más. En los colegios, en los institutos, en las universidades, en los pueblos y ciudades, las personas a las que nos preocupa tenemos que empezar a hablar, a reunirnos y a buscar soluciones.
Hay que hacer visible el problema de todas las formas posibles. Tenemos que movernos y conseguir que esta tendencia ascendente cambie drásticamente. Lo que está en juego es, nada más y nada menos, que la vida.





domingo, 21 de noviembre de 2021

Recuerdos de infancia y juventud, 6: El "Dálmata" y la simpatía variable.

  Muy pocas personas en este planeta saben de quién hablo. Más de siete mil millones de personas y el Dálmata es una especie de clave íntima a la infancia de menos de media docena de personas. Lo cierto es que era un trabajador en lo que hoy denominamos genéricamente "administración y servicios" en un internado religioso de los años setenta del siglo XX, en Madrid. En cuanto lo vi me vino a la mente la imagen de esos cánidos tan "lindos" pero que a mí me parecían, sinceramente, horribles y, sobre todo, horteras. Eran los ojos de un niño de diez años.

Aquel hombre me parecía un múltiple prisionero, perdido en ese traje y debajo de ese bigotillo tan lineal y de moda. Me trasmitía todo el servilismo -aunque yo no conocía ni la palabra ni el concepto- que precisamente veía en algunos perros, prestos a acudir a la llamada de sus amos. Digo múltiple porque creo que, como casi todo el mundo, tenía que obedecer a demasiados "dueños", superiores, jefes o personas de su entorno. 

 Además, yo creo que también tenía un olfato, un oído y una vista privilegiados. Adoptaba posturas que me recordaban a los "pointer". Era como un verdadero detector de travesuras e infracciones.

Me sorprendió mucho al ver cómo se sonrojaba cuando el padre prefecto lo llamaba. De pronto, me venía a la memoria su imagen super-simpática con las madres y los padres que, por cierto, le daban muchas veces una propina, que contrastaba con la del hombre ya maduro, quizás cuarenta y tantos, quizás cincuenta y pico, que mantenía una actitud seria y hasta grave y que, llegado el momento, se enfadaba, como Dios quiere y manda.

Lo cierto es que ahora, cuando observo, con y sin detenimiento, las actitudes de tantas otras personas, compruebo cómo se comportan. Y lo que me llama la atención es que algunas, calificadas socialmente como muy simpáticas muestran una cara de... pocos amigos, como mínimo, muy llamativa.

Me sorprende esa variabilidad que se me antoja un tanto canina. Por ejemplo, a las cinco, seriedad y distancia. A las nueve, delante de audiencia, simpatía y cariño, como si hubiera un premio, un aperitivo o una evaluación pendiente.

A veces me he planteado si no será un efecto, o defecto, de percepción del observador. Otras, si quizás se pueda tratar de una especie de síndrome, de complejo, de problema de algún tipo. Pero, finalmente pienso en la posibilidad de que se trate de una conducta generalizada que nos ataña a prácticamente todo el mundo. 

Dicho así, el Dálmata, de quien no recuerdo el nombre, creo que no era mala persona sino que tuvo que lidiar con situaciones para las que quizás no estaba preparado. Pero eso nos pasa a la inmensa mayoría.

viernes, 2 de julio de 2021

La diferencia entre la anécdota, el secreto profesional y el derecho a la intimidad.

 ¿Qué diferencia hay entre una anécdota, el secreto profesional y el derecho a la intimidad? Seguro que hay personas que han trabajado estos temas y que lo tienen claro. De entrada no parece fácil marcar las líneas que pueden separar, de una manera clara, estos conceptos. 

Una persona que acude a un profesional está protegido en todo lo que le pueda ocurrir por la discreción, el secreto profesional y el derecho a la intimidad. ¿Es así? Parece lógico pero si echamos un vistazo a todo tipo de mensajes nos damos cuenta que la realidad es mucho más compleja. Hemos escuchado y leído cientos de veces "casos" acaecidos a diferentes trabajadores. En la mayoría de las ocasiones se les intenta dar un toque de humor pero otras muchas, en realidad, lo que aparece es la crítica, el deseo de poner a algunas personas, actitudes o conductas en su sitio, o la simple puya; vengancillas, de alguna manera, incluso sin diminutivo.

Se suele recurrir a la omisión de datos o al cambio de los mismos. También se manejan fuentes ajenas para alejar la posibilidad de la identificación de los protagonistas. 

Pero, ¿qué ocurre cuando lees, escuchas o ves que están hablando de tí, de una persona cercana a tí, de un ser querido?¿Dónde queda la intimidad?¿Es profesional ese traspaso de información totalmente privada de una esfera íntima a otra pública? 

Una vez una persona leyó una anécdota en un libro que le resultó extraordinariamente cercana. Además, recordó que otro hecho vivido por él se lo había reprochado una tercera persona, muy cercana a la única que podía haberla revelado, contraviniendo abierta y claramente su supuesta profesionalidad. Era curioso porque, a pesar del nivel supuestamente muy alto de responsabilidad, ambos habían caído en una falta cercana quizás, incluso, al delito. Por supuesto era de una falta de profesionalidad tan alta que dejaba al descubierto la bajeza de ambos. No eran, por otra parte, esas supuestas anécdotas algo gracioso sino muestra de algún problema y de la dificultad para solucionarlos. Le surgieron dudas sobre la forma de proceder y optó por el silencio. Dónde hubo confianza se instaló un distanciamiento creciente, desde la aceptación del malestar o dolor. A veces lo recordaba con cierta incomodidad. También pensó en la posibilidad de aclararlo abiertamente o en, siguiendo el ejemplo, soltar lastre, contar algunas interioridades nada positivas de los dos personajes públicos...pero optó por pasar página y, desde la lealtad y algo que quería ser nobleza, retomar el camino de la amistad.

Pero, la cuestión es que no tenemos, en general, una visión clara entre el anecdotario y el secreto profesional.

Por dar una pincelada de humor literario Italo Calvino escribió un cuento muy gracioso en su libro "Las cosmicómicas" sobre un mensaje leído en el espacio, en un cuerpo celeste situado a años luz, en el que se podía leer el mensaje "¡te he visto!"... 

Imaginemos lo que podría pasar si todos, o muchos, mortales fuéramos contando anécdotas intrascendentes o no de determinadas personas que hemos conocido, como aquel barbero del Callejón del Patacón (Penny Lane) que hacía fotos de cada cabeza que había visto. 




martes, 1 de junio de 2021

Penosas declaraciones del presidente de Castilla-La Mancha...en la línea de Bono y Cospedal, al son de la tractorada de Asaja...

 Penosas declaraciones del presidente de Castilla-La Mancha...Emiliano García Page, en la línea de Bono y Cospedal, al son de la tractorada de Asaja...Con una Mancha Húmeda prácticamente desaparecida, con un parque Nacional de las Tablas de Daimiel agonizante, con unos ríos prácticamente destruidos...el presidente de Castilla- la Mancha dice al presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana que no deben darse tanta prisa en gestionar las multas por los riegos ilegales. Los zorros haciendo la ley de caza...Penoso espectáculo, una vez más. 

Las Tablas se mueren, los ríos son cicatrices, verdean los cultivos y la Naturaleza es sólo una coartada para conseguir fondos y votos. 



Pedro Sánchez se volvió a equivocar. Rajoy no es España.

 Hace unos días el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, en el Congreso de los Diputados, dijo que a quién le habían hecho un referéndum de autodeterminación era al entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy Brey. Craso error, señor presidente. Ese macro evento no se lo hicieron a un presidente de gobierno sino a toda España. No se debería banalizar ni partidizar con cuestiones tan importantes.

martes, 27 de abril de 2021

¡Demasiado revuelo por unos anónimos y una navaja!

 Sí, definitivamente, y sin paliativos, el que estas palabras escribe, está totalmente en contra de cualquier tipo de violencia y de amenazas. Sin embargo no entiendo qué tipo de políticos prefieren hablar de algo tan, lamentablemente, cotidiano, como unas amenazas por carta, anónimas, en lugar de ceñirse a sus obligaciones presentes y, sobre todo, futuras. Ya se ha dicho hasta la saciedad quiénes eran los culpables, e incluso, los responsables: determinado partido político al que se identifica con el fascismo. No había pruebas pero se insinuaba o afirmaba abiertamente que ese grupo estaba detrás. 

Cuando se descubre que uno de esos envíos tan desafortunados e improcedentes provienen de una persona con problemas mentales, se argumenta que en realidad son el fruto de unas semillas previamente plantadas. Curiosa explicación de esa actitud delictiva. Ya se ha trazado la trayectoria completa, la genealogía, de unas formas concretas de hacer política...

¿No será que, a falta de argumentos sólidos, de un discurso bien elaborado con datos fiables, creíbles y proyectos, se recurre a estas estrategias de distracción? ¿No es añadir más leña al fuego? ¿No se producen, a diario, amenazas, por desgracia? 

A mí, sin ir más lejos, el verano pasado, un agricultor de Villarrubia de los Ojos me amenazó con un tractor, arremetiendo a toda velocidad contra mí, dentro de una finca de mi propiedad, frenando de golpe y quedándose a escasos cinco centímetros de mi cuerpo. La Guardia Civil, es decir, un cabo y un guardia, cuando llegaron, no me hicieron ni caso. Lo peor es que la jueza de Daimiel, tampoco. Archivó mi denuncia. Eso es más grave que el envío de una navaja con sangre en una carta. Pero, me alejo un poco en el tiempo. En Navas de Estena tirotearon la casa del alcalde, de noche, mientras dormía con su familia. No pasó nada. Claro, era de Izquierda Unida. Hace poco le prendieron fuego a los exteriores de la casa rural que tiene...Tampoco pasa nada.

Como decía, amenazas, por desgracia, se producen a diario. Hay quiénes tienen una seguridad extraordinaria, de manera que no parece que haya que darle tanta importancia. ¿Lo estoy justificando o legitimando? De ninguna manera. ¿Lo estoy normalizando? Falso.

Contaré otro caso. Acaban los procesos selectivos para el acceso al Cuerpo de Maestros. A algunos miembros de un tribunal les llega una carta sin remitente. Son amenazas de muerte. Les dicen que, lógicamente, tienen sus direcciones. A una de las profesoras, embarazada de casi ocho meses, le dicen que le van a pegar una patada en la barriga para que aborte. A otro, que lo van a matar...Nada, no pasa nada. El entonces delegado provincial en funciones, concretamente, el secretario general, no hace nada. Casi se podría decir que ni se inmutó. Se interpusieron denuncias. Nada. Se sabía quién había sido pero...

Yo creo que habría que serenarse, respirar profundo, pensar en lo que verdaderamente importa a las personas para estos cuatro años y dejar de insultarse y descalificarse unos a otros.

Y, por supuesto, investíguese y persígase a los culpables y a los responsables, pero que haya un juicio justo y no un aluvión de acusaciones en falso y de justificaciones sin sentido.

Y, como decía al principio ¿cómo no voy a empatizar con las personas que han sufrido amenazas, si las he sufrido en mis carnes? 

Por último, sería curioso que los políticos hablaran abiertamente de este oscuro tema de las amenazas. Los políticos y quiénes no lo son. Podrían hablar los policías, los jueces y todas las personas, hombres y mujeres que las vienen sufriendo, más o menos en silencio. Quizás entonces merecería la pena que los ministros y ministras y la clase política y judicial hablaran en voz alta y clara, preferiblemente, en período no electoral.

Se cazan más moscas con miel que con hiel, dice un refrán español.

 Se cazan más moscas con miel que con hiel, dice un refrán español. Pienso que es aplicable a lo que está pasando en la política española, en particular en lo concerniente a las elecciones municipales de la Comunidad de Madrid. 

El uso de palabras tan fuertes como "odio", "delito" y similares no está, a mi modesto entender, justificado y puede suponer que se generen efectos negativos añadidos.

La instalación de unos carteles de grandes dimensiones sobre el supuesto coste del mantenimiento de los llamados "menas", menores no acompañados, y la retahíla de críticas, comentarios y acusaciones de todo tipo van en esa dirección. No me parece adecuada dicha forma de hacer política pero tampoco el enfoque y las maneras de rebatirla.


viernes, 23 de abril de 2021

La maillotización, una moda que se está implantando rápidamente...

 La maillotización, vaya palabro, podría ser definida como la utilización de prendas de vestir elásticas, muy ceñidas al cuerpo, especialmente como pantalones. Parece ser que se ha extendido mucho su uso en los últimos años, coincidiendo con un período económico de crisis económica y laboral y de proliferación del deporte también entre las mujeres.

De un tiempo a esta parte, al salir una tarde de paseo, a trabajar, a pasear al perro (otra moda generalizada bastante reciente), de compras o a tomar algo, lo que podemos ver es a un número creciente de hombres y mujeres que van y vienen con esos atuendos, supongo que deportivos. ¿Qué tienen de particular? Pues nada, que son sintéticos, que son elásticos, que se ajustan al cuerpo de manera muy precisa, que predominan los negros con coloraciones bastante llamativas, con aspecto brillante...y nada más.

Al tacto son suaves, como deslizantes. Parece que son cómodos, ligeros, agradables de llevar...Personalmente no les encuentro ningún atractivo pero, lógicamente, nada tengo que objetar. 

lunes, 11 de enero de 2021

"La mili se está poniendo imposible, no va a haber quién vaya", curiosa expresión de los años cuarenta y cincuenta.

 Corrían los años de la posguerra. El Servicio Militar Obligatorio suponía entre dos y tres años de permanencia en los ejércitos españoles. Había quiénes, con mucho humor, decían "la mili se está poniendo imposible, no va a haber quién vaya".

Es curioso que durante tanto tiempo se dijera que la mili eran las vacaciones de los pobres. Lo cierto es que los soldados que habían estado en la guerra y, al finalizar, tuvieron que hacer la mili, no se reían mucho con este chiste, basado en lo que se decía sobre el servicio doméstico.

sábado, 9 de enero de 2021

Recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, 5: "Ojo pocho", con todo respeto.

 Era el año 1973, aproximadamente. Yo era un niño de unos once años. Lo digo así, con cierta duda, porque no me acuerdo bien, podría tener un año más. Estaba en un internado de los padres escolapios, el "San Fernando" (1) , de Madrid. Aquel colegio era impresionante en todos los aspectos. 

Cuando conté, hace ya una década, a mis alumnas y alumnos de sexto de Primaria, que yo había estado interno me miraron con cara de compasión y gran asombro,  expresándome poco menos que sus condolencias y temores. Por aquellas fechas había una serie de televisión que hacía furor, y de la que no soporté más de cinco minutos. Esos chicos y chicas pensaban que un internado era algo tenebroso, lleno de peligros y desgracias, incluyendo los asesinatos y cosas por el estilo. Aunque no dediqué mucho tiempo a aclarar algunos conceptos históricos sí recuerdo que intenté hacerles ver que, en aquella época de la que hablo, los internados no se parecían absolutamente (se podría decir, enfatizando y marcando mucho las sílabas"ab-so-lu-ta-men-te") nada a lo que se presentaba en el programa mencionado.

Como decía, aquel colegio era extraordinariamente bueno y todavía hoy, cuarenta y tantos años después, como alumno y como profesional de la Educación, sigo pensando que fue una gran suerte haber estado allí tres años de mi vida. Fue duro, pero mereció la pena. 

Hoy he recordado una anécdota que me ha hecho reír como hacía tiempo. Quiero dejar dicho que lo que cuento es totalmente real y que no hay lo más mínimo de maldad, desprecio, burla o humillación en mis palabras.

Lo cierto es que, entre las personas que vivían en el colegio, además de los más de 250 alumnos internos y la comunidad de padres escolapios, había un señor que en aquellos tiempos nos parecía muy mayor. Yo diría que estaba muy cerca de los noventa, pero aclaro que los ojos de un niño no son los más adecuados para "calibrar" o estimar la edad de los adultos. Lo cierto es que estaba jubilado y vivía allí, supongo que como antiguo fiel empleado. Solía vestir con un mono azul, arrastrar un poco los pies, que soportaban ya un cuerpo grueso y un tanto temblón. Además, usaba gafas y al menos un ojo lo tenía algo dañado. Era como si el párpado inferior estuviera caído mostrando un color rojizo. Uno de mis mejores amigos, rápidamente, lo bautizó con el expresivo nombre de "Ojo pocho". Y entre nuestro grupillo así se quedó el buen hombre. Nos saludaba, lo saludábamos pero, a solas, hablábamos de él con ese apodo que no tenía malicia alguna.

Un buen día me dijo que qué pasaba con las venticinco pesetas. Creo que no le supe contestar. Y ya, cada vez que me veía, me decía algo al respecto, sin que yo intuyera siquiera el significado. Un día le dije que quizás me confundiera con otra persona. Pero un poco después me dijo que yo no le había devuelto dicha suma. Me sorprendió mucho porque yo ya era para él "el de las veinticinco pesetas", sin haberlo sabido hasta ese momento. Le pedí que me lo explicara y era muy sencillo. Me aclaró que me había dejado veinticinco pesetas y que yo no se las había devuelto. 

Lo cierto es que nunca le pedí dinero prestado ni me lo ofreció. En el internado, además del dinerillo que pudiéramos tener de la última vez que hubiéramos ido a nuestra casa, o de haber recibido la visita de nuestros padres o familiares, solíamos disponer de una cantidad que nos custodiaba uno de los padres (¿seminarista en algún caso?) que estaban como responsables de nuestra sección (o dormitorio)(2). Así, podías tener, por ejemplo, quinientas pesetas, que le habían dado nuestros padres o nosotros mismos. Cuando te hacía falta, ibas a su habitación, hacías cola, y le pedías al padre Javier, lo que te hiciera falta.

Este señor me confundía y siguió diciéndome siempre, como saludo "el de las veinticinco pesetas". Y yo, con mi hermano, he mantenido esa peculiar forma de autodenominarme o de hacer mención a otras personas o situaciones un tanto indeferenciadas, más como saludo, como simple interjección, con función fática o de contactoentre nosotros. Con el tiempo, y de forma inconsciente, fuímos aumentando la cantidad. Así, podíamos decir. ¡hola, el de las cien pesetas!

En aquellos tiempos, el metro de Madrid, que cogíamos solos, costaba tres pesetas. Una caña de cerveza, seis o siete, un bocadillo de calamares, en el mítico y emblemático bar de los calamares de la calle ¿Gaztambide?, nueve. Allí, a regañadientes, nos obligaban a ir los mayores, a comprarles un bocadillo, cuando les apetecía. Los mayores eran los alumnos de COU o de tercerro de bachiller. ¡Gigantes para nosotros¡ Lo bueno era que alguno, generoso, nos daba una propina o nos decía que nos tomáramos otro. Así que, pronto, empezamos a ir cuando nos apetecía y disponíamos de dinero. Ese bar era, entre otras cosas, un punto estratégico al que acudían muchos legionarios, personajes también de los más curiosos que veíamos por el centro de Madrid en esos años. Altos, fuertes, descamisados, barbudos, con hambre y sed y metidos en sus propias burbujas, como casi todo el mundo. Alguna vez alguno nos saludaba, pero eran las menos veces.

No sé si ya en los últimos meses de mi estancia en aquel internado, ya con trece años, dejó aquel hombre, del que no recuerdo su nombre, de llamarme "el de las veinticinco pesetas". Por allí estaban, además, "el Dálmata", los cocineros, las señoras de la limpieza y del comedor, -especialmente la señora Isabel, con su paciencia y bondad natural-, y algunos más.

Fueron años muy intensos de los que podría contar muchas historias. Algunas divertidas o curiosas, otras, atroces, otras, cargadas de significación, educativa o sociológicamente. Por el momento me quedo con ese mote tan ocurrente y descriptivo que sólo usábamos Fernando, José Juan, Manolo, Jacinto, Gonzalo y algunos más (3).

Recuerdo, por ejemplo, el día que asesinaron a Carrero Blanco, un 20 de diciembre de 1973, nada más y nada menos que el presidente del gobierno de España. O cuando paseó, en coche, por Madrid, el presidente de Estados Unidos, Gerald Ford. Y cuando se produjo un impresionante socavón en las calles de Andrés Mellado y Joaquín María López y la fotografía fue la portada del ABC. O cómo había colas interminables en un cine muy cercano al colegio, en la calle Andrés Mellado, sobre todo de jóvenes melenudos y barbudos y chicas con minifalda, con aspecto de "jipis"(hippies), para ver la película "Tocata y fuga de Lolita". Por mi colegio pasaron, entre otros, Félix Rodríguez de la Fuente, Pelé y Kiko Ledgard, padre de varios alumnos, de los muchos hijos que tenía. Allí conocí a gente maravillosa y aprendí mucho en todos los sentidos. Los padres escolapios y el profesorado eran, sencillamente, extraordinarios. Del señor que me llamaba "el de las veinticinco pesetas" guardo también un recuerdo entrañable.

El año 1974 o 1975 supimos que los escolapios habían vendido el colegio y estaban contruyendo otro, muy moderno, en Pozuelo de Alarcón. Allí ya no habría internado. Los tiempos estaban cambiando. Hubo algunas protestas y se hizo una presentación oficial, que apareció en la prensa. Se mostró la maqueta del nuevo proyecto. Los últimos días del curso algunos padres del colegio de Getafe estuvieron allí eligiendo los muebles que se llevarían. Estaba previsto demoler el edificio pero al final no fue posible.

Los internos, algunos, fuímos a Getafe y otros al Calasancio. Visitamos varias veces el lugar en el que estaba nuestro colegio. Hubo ocasiones en las que quedábamos unos antiguos compañeros y recorríamos esas cuatro calles, con una mezcla de emoción y, en algún caso, de cierto dolor.


Mis primeras fotografías en un "fotomatón". No las pude entregar porque me parecía que, con esa cara, muerto de risa, no procedía. Ahora me alegro mucho de tenerlas. Son de septiembre u octubre de 1972.

Mural realizado en 1973, cuando estaba en quinto de E.G.B. El tema era uno de mis favoritos, con diferencia...y lo sigue siendo.


(1) El "San Fernando" se encontraba en el barrio de Argüelles y se encontraba entre las calles Donoso Cortés nº 80, Andrés Mellado, Joaquín María López y Gaztambide. Su historia se puede leer en este enlace, correspondiente al llamado "cuarta época".

(2) Había tres secciones, la de los mayores, en la cuarta planta. La nuestra, en la quinta planta, y la de los pequeños, en la sexta planta. 

(3) No escribo apellidos ya que hace muchos años desde que no tengo contacto con ellos.

jueves, 7 de enero de 2021

"Padre no peca", dicho que no conoce el vicepresidente del gobierno de España, Pablo Iglesias Turrión.

      Hoy, 7 de enero de 2021, jueves, el vicepresidente del gobierno de España, Pablo Iglesias Turrión, ha dicho lo que debemos opinar, si no queremos ser tachados de "cómplices de la ultraderecha". Parece ser que si se compara lo ocurrido ayer en el Capitolio, en Estados Unidos, con las movilizaciones llamadas "Rodea el Congreso" o las del parlamento catalán se está haciendo algo indebido y reprobable. Me recuerda a ese dicho que no conoce, o no se aplica, Pablo Iglesias: "Padre no peca".

Yo pensaba que la Libertad era muy importante para la gente que se autocalifica de izquierdista y progresista. Y dentro de ese concepto tan amplio creo que se incluyen la libertad de expresión, el juicio crítico y hasta la autocrítica.

Parece que las cosas se están poniendo muy feas. Ya el gobierno nos dice lo que debemos opinar y expresar. Y hay muchas personas que tampoco admiten ni las diferencias ni las opiniones contrarias. Una pena y un verdadero peligro. ¿Hay un proceso creciente de polarización, radicalización y crispación también en nuestra sociedad? Yo creo que sí.

sábado, 2 de enero de 2021

Recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, 4: Los despachos de vino.

 Cuando yo era pequeño, en mi pueblo, había varios despachos de vino. Eran establecimientos con una disposición de mobiliario y decoración prácticamente nula. Se vendía vino a granel y, en algunos, se podía beber allí. Lo que más abundaba y se vendía era vino blanco en rama, es decir, del año. El precio era extraordinariamente bajo. Si no recuerdo mal, también había otras bebidas, tipo licor, pero tendría que preguntar a algunas personas mayores.

Justo enfrente de mi casa, unos metros más abajo, había uno, el de Rafael Villegas (aunque quizás fuera de su esposa, Mari Paz Díaz. Había otro cerca, el del Espartero. 

Lo que mejor recuerdo era ese olor tan fuerte a vino, tan característico. El término "despacho" se usaba bastante, así como "despachar" o "espachar" /ehpachar/. Era típico llegar a una tienda u otros establecimientos y decir, para que salieran a atenderte: ¡a ehpachar!

Estoy hablando de los últimos años sesenta del siglo XX y los primeros setenta.

Recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, 3: Timidez hasta en los exámenes de Matemáticas.

Yo era muy tímido. No me he considerado nunca un chico listo, como se solía decir. Y no era, ni el primero (ni en segundo, tercero, cuarto...) de mi clase -nunca lo he sido-, ni muy estudioso, ni lo que se suele denominar "empollón". Cuando llegué al internado de Madrid, el Real Colegio de san Fernando de los padres escolapios, esa timidez se vió multiplicada considerablemente. Me sentía diferente en todo, y, especialmente, en mi forma de hablar. Me daba corte y mis compañeros de clase, unos cuarenta y siete o cuarenta y ocho, me miraban con sorpresa. Alguno me decía que yo tenía acento andaluz. Era nuevo y, salvo otro alumno de mi pueblo un poco mayor que yo, Pedro (1), de Villarrubia de los Ojos, yo no conocía a nadie en aquel centro de unos dos mil alumnos.
Cuando empezamos las clases, aquel 19 de septiembre de 1972, mi sensación era de extraordianria soledad. Yo no quería, bajo ningún concepto, sobresalir ni destacar. En unos exámenes de Matemáticas hice unos ejercicios complicados con lo que llamábamos "quebrados", es decir, fracciones. Cuando ya los tenía, me parecía que era todo demasiado complicado y los borré. Mi profesor, el muy buen profesor don Víctor, detectó algo extraño. En la segunda ocasión, sencillamente, ya no  quise resolver las mismas operaciones, por esa timidez atroz. Así, podría contar otras anécdotas de mi vida. Lo cierto es que lo fui superando, espero, poco a poco. Ahora, cuando lo recuerdo, me sorprendo enormemente.
Después, como maestro, a veces he detectado algunas situaciones parecidas y he intentado darles el tratamiento adecuado.
(1) No aporto sus apellidos ya que hace muchos años que no lo veo y no quiero hacerlo, sin su consentimiento.