Cuando yo era pequeño, en mi pueblo, había varios despachos de vino. Eran establecimientos con una disposición de mobiliario y decoración prácticamente nula. Se vendía vino a granel y, en algunos, se podía beber allí. Lo que más abundaba y se vendía era vino blanco en rama, es decir, del año. El precio era extraordinariamente bajo. Si no recuerdo mal, también había otras bebidas, tipo licor, pero tendría que preguntar a algunas personas mayores.
Justo enfrente de mi casa, unos metros más abajo, había uno, el de Rafael Villegas (aunque quizás fuera de su esposa, Mari Paz Díaz. Había otro cerca, el del Espartero.
Lo que mejor recuerdo era ese olor tan fuerte a vino, tan característico. El término "despacho" se usaba bastante, así como "despachar" o "espachar" /ehpachar/. Era típico llegar a una tienda u otros establecimientos y decir, para que salieran a atenderte: ¡a ehpachar!
Estoy hablando de los últimos años sesenta del siglo XX y los primeros setenta.
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