Hace ya bastantes años desde que le dije a una compañera de trabajo que esos programas de "gente" por el mundo no dejan de ser una trivialización, cuando no negación, de un hecho y de una realidad humana muy compleja y, mayoritariamente, dura.
Mostrar las atracciones turísticas, las costumbres, las normas y lo anécdótico de una ciudad o pueblo de otro país en el que se vive, por una persona que trabaja o reside allí, un "compatriota", parece que da buenos resultados televisivamente hablando, a juzgar por la proliferación de este formato en las diferentes cadenas de televisión, incluyendo las autonómicas. Resulta curioso, agradable, y nos muestra otras formas de vida.
Pero...¿y la mirada crítica a esos movimientos de millones de personas en todo el mundo? ¿No nos interesa?¿no vende? Y, por cierto, cuando se ha sido emigrante se tienen vivencias de lo más variado pero, pienso, nada parecido a ese mundo feliz, de éxito y trabajo. Ese mundo (o submundo) de personas atrapadas en otros territorios, en los que apenas sobreviven, no se ve reflejado. Yo conocí gente que en nada se parece a estas historias que, por minutos, veo en la tele. Recuerdo a un murciano, por ejemplo, que nos pedía dinero prestado para hacer un viaje a España para "despedirse" de su padre. Era Inglaterra, 1987. Llevaba casi toda su vida allí, viviendo de alquiler en una habitación, con derecho a baño, y dos trabajos diarios, un "fultaim" (full-time) y un "partaim" (part-time), es decir, un trabajo de horario completo, ocho horas diarias, y otro de dos o tres horas, de los que hacíamos tantos y tantas inmigrantes.
En fin, la emigración existe y esa cara tan lavadita y bonita no se corresponde con la realidad.
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