viernes, 26 de enero de 2018

¿Mienten los niños?

¿Mienten los niños? ¿Es posible que esas almas cándidas, sin malicia, sin picardía, sin contaminar...puedan mentir? ¿Niños de cinco, de seis, de siete años pueden mentir? ¿Niños o niñas que no han mentido nunca, ahora, de golpe, mienten? ¿Porque lo dice el profesor debo creer que ese ser casi celestial, tierno, cariñoso...miente? ¿Cómo puede ser si nunca lo ha hecho? ¿Pero que motivos puede tener mi hija (o mi hijo) para mentir? ¡Pero si es un niño! ¿Mi cielo? ¿Mi cariño? ¿Una criatura así puede mentir? ...
Pues si, efectivamente, los niños y niñas mienten, llegado el momento. ¿Se pueden hacer excepciones? Seguro que sí, las necesarias por demostrables o porque no haya hecho falta demostrarlo. 
Esos soles de nuestras casas, de nuestras vidas, esas caritas angelicales con corazón enorme, esos tesoros ...llegado el momento, mienten. Por supuesto hay casos y casos. Es decir hay quiénes no han dicho una verdad en su vida y quiénes, por el contrario, se acercan a esa realidad de la mentira incluso con dolor y verdadero desagrado.
Una vez unos padres comentaron con preocupación a un profesional del ámbito educativo que su hijo había empezado a mentirles. Esa persona se quedó perpleja porque hacía poco tiempo que, precisamente ese niño, le había contestado ante una pregunta: "pasó esto aunque mis padres me dijeron que te dijera esto otro".
Desde luego la mentira se aprende pero, además, es muy posible que también sea un "mecanismo" no necesariamente imitado. Lo que sí es cierto es que cualquier niño o niña puede mentir y los profesionales (todos los profesionales...), por un lado, pero también los padres y madres, debemos ser conscientes de esta dura verdad.
Lo grave, lo preocupante, no es que un niño o una niña mienta inesperada o aisladamente o en una situación muy complicada. Lo grave es que haya quiénes los encubren o los defienden sin tomarse siquiera la molestia de escuchar a los adultos, a los profesionales o a los demás menores. Que un niño mienta, por noble que sea, por impecable que sea su trayectoria vital, por "bueno" o ejemplar que sea, por muy rectos que puedan ser sus progenitores, es normal. No se puede decir lo mismo de los adultos que amparan o defienden esa actitud. Hay quiénes se sienten desbordados por la llegada inesperada de la noticia por lo que hay que ser comprensivo pero, dicho esto, se debe reaccionar lo antes posible. Estas cuestiones, como todas, hay que abordarlas y hablarlas en su lugar y en su momento, y con el tono adecuado.
¿Regañina? ¿Bronca? ¿Castigo? ¿Decepción?...Yo creo que no. Hablar, que supone, por supuesto, escuchar, es el primer paso. Entender lo ocurrido con el debido detalle para intentar averiguar "lo ocurrido".¿Hubo nervios, miedo o qué? Y, en caso de miedo ¿a quién o a qué? 
Es muy importante para intentar evitarlo en el futuro...Se debe, por otra parte, enseñar alternativas. A veces es cuestión de lenguaje, otras, de falta de visión, de amplitud, de percepciones...
La mentira infantil es una realidad pero también hay que ser capaces, como adultos, de conceder el beneficio de la duda en determinadas ocasiones.
Dar ejemplo es imprescindible. No está de más recordar lo que me dijo una persona que, por su trabajo, tenía un profundo conocimiento del tema: hay personas que viven en la mentira, todo en ellos es mentira...la mentira es su medio...Pues bien, esa es otra realidad y está ahí, con más frecuencia de lo que se pueda creer. Esa sería la amenaza, que una persona que nunca ha mentido empiece a crear esa realidad paralela sin que los adultos seamos capaces de irla "desmontando".

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