Maltrato, abuso de poder, intolerancia a la lactosa, enuresis...¿Dijo usted maltrato? Pero... ¿A qué llamamos maltrato? ¿Podemos llamar maltrato a que un padre, una madre o el profesorado obligue a cumplir las normas, aprovechar el tiempo, respetar a los demás y a si mismo, trabajar de acuerdo con lo establecido, ...
¿No será ñoñería, "síndrome de los padres adoptivos", "del padrastro" o simple "abuelismo"?. Los hijos y los alumnos deben cumplir las normas y "trabajar", es decir, colaborar en las labores de la casa y estudiar, que es lo que les corresponde. Y si no lo hacen los padres y los profesores tienen la obligación de conseguirlo y, si en ese proceso, tienen que gritar, enfadarse, castigar o coger con la suficiente fuerza no se entiende porqué razón no se pueda hacer.
¿Y pegar? Bueno, pues depende a lo que llamemos pegar. Desde luego un azote a tiempo puede salvar una vida y nunca nadie ha muerto por un simple azote. Dar un ligero manotazo en la mano, en el hombro, en el pecho...coger con contundencia a un alumno o un hijo para que haga algo o deje de hacerlo no creo que se pueda llamar bajo ningún concepto ni maltrato...ni pegar.
Y surge la pregunta para obtener la nota media ¿Y los buenos tratos? Las miles de situaciones en las que ese hijo o alumno ha sido tratado extraordinariamente ¿no cuentan? Si a un niño que se está burlando deliberada y repetidamente de un adulto se le reprende con la necesaria contundencia se le está maltratando ¿cómo proceder en sucesivas situaciones? ¿Qué mensaje recibe ese niño? Suponemos que debe ser algo así como: si me porto mal, si no hago lo que debo, si desobedezco, si no trabajo o si me burlo de los mayores...no pasa nada, en realidad a quién culpan es a las personas que se han preocupado de mí y de corregirme y enseñarme...No hay problema en seguir por ese camino. Se pueden poner ejemplos suficientemente esclarecedores pero no merece la pena. Un niño, en una ocasión, ante la obligación de los padres de sacarlo de casa y su negativa a acompañarlos, se plantó en la puerta y empezó a gritar: ¡socorro, socorro! ¡mis padres me están abandonando! ¡os voy a denunciar!...Los padres lo contaban como algo gracioso y ocurrente aunque sólo se trataba de un menor, por cierto de unos seis años, que ejercía su poder y llevaba las de ganar.
En otra ocasión unos padres definían a su hijo como anarquista y le auguraban una afinidad política con esta ideología en el futuro. En realidad su hijo era todo lo contrario, era ya, tan pequeño, un verdadero emperador
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