martes, 24 de abril de 2018

Sobre un comentario poco afortunado del blog de Arroba de los Montes.

El 9 de febrero de 2013 apareció una entrada en el blog arrobamontes.blogspot.com.es que me pareció muy poco afortunado. Se titulaba "Somos de los Montes de Toledo y no somos Montes Norte ni Montes de Ciudad Real". Como conozco, valoro y aprecio al autor no quiero entrar en polémicas estériles pero me sorprendió mucho su texto y los comentarios negativos vertidos hacia personas que habían trabajando en el pueblo. Lo enlazaba el autor con un comentario del siglo XVIII del sacerdote que escribió las contestaciones del cardenal Lorenzana.
Viene a decir que el funcionariado que por allí ha pasado lo ha hecho por tener pocos puntos, dando a entender que se trata de personas con poca o nula experiencia o que no obtuvieron buenas calificaciones. Añade que esas personas hablaban mal de la gente de allí, los arrobeños y arrobeñas, y de los demás habitantes de los Montes. Desde luego las muchas personas que he conocido no cuadran con esa descripción. Más bien, al contrario, siempre he notado admiración, aprecio y mucho respeto.

Pero además añade que esos personas se llevan más de lo que dejan y que vienen de "salvadores de nuestra tierra". En fin...creo que no se corresponde con la realidad desde ningún punto de vista. Me resulta llamativo y, de alguna manera, hasta humillante, lo expresado. Pero lo más curioso es que envié dos o quizás tres comentarios que no fueron publicados. Por cierto, algo así le ocurrió a un amigo que, habiéndole enviado una corrección, modificó la entrada sin mencionar la fuente ni publicar el comentario. En fin, gente que va por allí y da sin pedir nada a cambio la hubo, seguro que la hay y la seguirá habiendo, aunque le pese a quién le pese. Desconozco a quiénes se refiere cuando habla del poco conocimiento por parte de la Universidad. Se podría haber sido más explícito.
Yo sigo pensando que es de sabios rectificar y que es muy importante reconocer lo que otras personas nos enseñan, nos aportan o nos dan, aunque no sean de una comarca tan hermosa y tan interesante como la de Los Montes de Toledo. 

Juan Carlos Monedero, Franco, la Historia de España y la mediocridad estructuralizante.

El pasado cuatro de abril de 2018 el político defenestrado por su propio partido político, Podemos, por una cuestioncilla de poco más de cuatrocientos mil euros, que recibió en pago por no sabemos qué del gobierno de Venezuela, escribió un artículo, "Franco o el hombre que odiaba a los españoles" en el espacio virtual del diario Público -y ya hemos dicho que es dudoso que se pueda clasificar así tal cúmulo de falsedades y exbruptos- en el que parece reflejarse bastante bien. Habla supuestamente de Franco pero se retrata, con un estilo expresionista delirante de nula calidad literaria o política.
Y ya un poco más en serio, -que no es que lo anterior fuera en broma-, parece mentira que una persona con su formación académica, que es doctor y que es profesor universitario, pueda expresarse así, por escrito y en público. Tal cúmulo de falsedades no son admitibles. Son, sencillamente, un insulto y una provocación, que es lo que verdaderamente viene buscando. Resulta penoso pensar que una persona de su nivel pueda plantear temas tan complejos de la Historia de España de manera tan aberrante, tan disparatada, tan carente del más mínimo rigor y sin que le de vergüenza alguna.
Las afirmaciones que hace el profesor, doctor Juan Carlos Monedero, carecen del más mínimo soporte científico y se adentran en su insultario personal, en su intento de contagiar a otras personas desde el pedestal que le confiere su posición académica. Es como el doctor en medicina que estuviera recetando beber dos litros de anís al día como terapia curativa. 
Dudo que un texto así aprobara un simple examen de Historia de España en cualquier instituto de España, salvo que chocara con algún personaje como él.
Desde luego es una pena que una persona pueda expresarse así pero lo más preocupante es que haya medios de comunicación (¿comunicación?) que puedan prestarle sus espacios para difundir semejante sarta de mentiras.
La vida no empezó el 14 de abril...y la Historia de España, tampoco. Pero Juan Carlos Monedero, el doctor que no hace honor a su titulación y cualificación profesional, disfrazándose de analfabeto envenenado de odio y mentira, lanza sus frases como si fueran armas que explotarán en las caras de sus supuestos enemigos. Así, lo que en realidad hacía, era calentar motores para ese aniversario que pasó sin pena ni gloria. Cualquier día podríamos hablar de las diez o quince macrofalacias que vierte en su texto -pócima ponzoñosa- el doctor Monedero y que parecen ser máximas o verdades irrefutables de cada vez más personas en España.

El presentador y actor Wyoming no aporta nada positivo al tema difícil de la Memoria Histórica.

Ayer, 23 de abril de 2018, lunes, pude comprobar, sin asombro, por cierto, como Wyoming, (José Miguel Monzón Navarro, Madrid, 1955) en el programa "El Intermedio" de la cadena de televisión La Sexta, el presentador y actor cómico, hacía sus chistecitos y gracias sobre un tema tan delicado, difícil y para muchas personas doloroso, de la Memoria Histórica.
Su uso político, pero, sobre todo, partidista, me parece lamentable y muy criticable. Pero es lo que hay. Resultó llamativo que se dijera la causa de la muerte de dos republicanos, por fusilamiento de falangistas al empezar la guerra civil y que no se dijera en ningún momento la de los dos muertos del bando nacional o franquista. (Lo de "nacional" queda dicho como expresión muy utilizada y no como valoración o exclusión de ningún tipo). Es de suponer que también debieron morir de forma violenta a manos de los enemigos, pero el silencio nos recordó al chiste sobre el racismo en el que un hombre de color tenía que decir el nombre y los apellidos de todos los muertos en el ataque atómico de Hiroshima...
Decía el actor, con muy poco acierto, que el presidente Rajoy y otros políticos del Partido Popular no estaban contribuyendo a cerrar heridas y a la reconciliación. No es fácil tampoco abordar esa idea que, planteada así, resulta simplista e intencionada, aunque no se descarte que pueda llevar razón. Desde luego su actitud, sus comentarios, sus chistes y burlas y disimétrica actitud no ayudan nada. Es de suponer que Wyoming es un busto parlante y gesticulante y que se limita a reproducir el guión. De manera que estas líneas de crítica van dirigidas a quiénes hacen ese tipo de trabajo tan poco acertado.
Y es que la Memoria Histórica puede ser un gran acierto o todo lo contrario, pero se trata de la muerte de personas en una guerra civil muy, muy violenta y traumática, o en una posguerra también muy dura. Ya ha pasado mucho tiempo pero, a juzgar por lo que está ocurriendo, no el suficiente como para que se pueda hablar con un mínimo de objetividad, desapasionamiento y posicionamientos personales. Por cierto que han pasado más de ochenta años, y no cuarenta, como dijo Wyoming, queriendo hacer otro chistecito que se le fue al tópico de siempre, los cuarenta años de Franco, mal contados.
Sinceramente, tanto si se está a favor de este proceso de recuperación de los restos mortales de personas que murieron en la guerra civil o en los años siguientes, como si no, como si se es indiferente, o si se tiene un criterio diferente, creo que el punto de partida tiene que ser el más absoluto respeto. No hay cabida ni al chiste de un lado ni del otro, ni a la descalificación ni al insulto, ni a la verdad a medias -a unos los fusilaron unos falangistas y los otros murieron-, ni a la utilización partidista.
Desde luego ya han pasado tantos años desde que acabó la guerra hasta la muerte de Franco como desde esa fecha al presente, pero parece como si estuviéramos empezando la llamada Transición, como si unos hubieran estado casi cuatro décadas en el poder y los otros acabaran de llegar, con planteamientos de lo más subjetivos y desfigurantes, generalizantes o particularizantes, olvidadizos, y nada ceñidos a la realidad.
Y así no se cierran heridas sino que se abren o se generan otras nuevas. Así no se propicia el entendimiento entre personas ni de lo que ocurrió. Así se polariza a la sociedad en buenos y malos, en rojos y azules, en víctimas y verdugos, en republicanos y nacionales, y se olvida que se trató de una guerra civil atroz, en un contexto de profunda crisis económica y política y social, con fuertes implicaciones internacionales, en un tiempo extraordinariamente violento en el que, por cierto, las palabras que usamos hoy con unos valores o significados concretos en aquellos tiempos significaban otras cosas...
Así, para hablar de muertos o víctimas de la guerra civil española de 1936-1939 y de la posguerra, en la que también hubo víctimas del bando ganador, y parece que siempre se olvida, hay que partir del sosiego, del conocimiento, del intento de llegar a la verdad, del contexto, del intento de comprensión y no de la confrontación burda, tosca, mediocre, y muy interesada, de los que, en realidad buscan audiencia, o votos. Como muestra diferente a la tratada se puede leer el artículo -dudo que sea algo más que un listado de falsedades y exabruptos- de Juan Carlos Monedero titulado "Franco o el hombre que odiaba a los españoles". En realidad es un reflejo muy fiel del célebre político defenestrado por su propio partido y eso es lo que brota de su docta pluma, un autorretrato con el nombre de otro. Parece esforzarse mucho en sacar lo peor de si mismo para demostrar su fiereza y radicalidad (pseudo-radicalidad), ¡aposematismo barato!.
No pasa nada por repetir: con la Memoria Histórica, respeto, todo el respeto.

lunes, 23 de abril de 2018

"Isla de perros". Algo más que dibujos.

"Isla de perros". Algo más que dibujos.
Francisco Zamora Soria, 22 abril 2018.

Acabo de ver la película “Isla de perros” de Wes Anderson. La primera idea que saco es que se trata de una obra maestra que, casi con seguridad, no será ni entendida, ni valorada ni vista en su justa medida. Ojalá me equivoque. La segunda es que no se trata, como a primera vista puede parecer, de una película infantil, aunque también pueda serlo. La tercera, que, como buena obra de arte, contiene muchos valores que exceden los puramente cinematográficos y que quizás no sean fáciles de captar en una primera sesión.
Desde luego se trata de una película profunda, cargada de valores y de una estética en muchos momentos muy interesante y sugerente. Aborda temas de actualidad como la destrucción de la naturaleza, la libertad de expresión, la manipulación mediática y de los poderes establecidos, la marginación, la eutanasia, la lealtad, el valor, la disimétrica relación de los humanos con sus mascotas –para bien y para mal- o la sociedad de consumo en masa y su tendencia creciente a alejar los problemas para ignorarlos.
De un realismo atroz mezclado con estéticas muy eclécticas hay un gran número de imágenes que me atrevo a calificar de épicas. Se trata de la denominada "animación artesanal" o "stop motion" pero recurriendo a otras técnicas y soportes, incluyendo el dibujo japonés clásico...pero con escenas que nos recuerdan igualmente el "Art Brut" el "Junk Art", "Trash Art", el Fluxus, el arte encontrado o el basurarte...y la estética de la basura. Así, especialmente me sorprendieron las escenas del vertedero y, sobre todo, la de la "cabaña" de plásticos o cristales...Si a eso unimos el sonido, de gran riqueza, y he dicho “sonido” para ampliar la noción de la mera música, obtenemos un resultado extraordinario.
¿Es fácil de ver? ¿Es un producto de masas? ¿Tendrá éxito de taquilla? Me parece que ya está dicho.

Hay sentimiento, mucho sentimiento. Hay emoción. Hay sentido del humor pero también sentido del dolor. Hay un realismo no edulcorado que enriquece considerablemente la historia. Entiendo que hay política pero sobre todo, valores universales. En mi modesta opinión se trata de un gran trabajo que merece la pena ser visto. 
En el portal de internet Filmaffinity, a fecha del 23 de abril de 2018, se le da una valoración de 7´7 con 886 votos.

El crimen de Puerto Lápice, treinta años después, sigue impune.

Ayer crucé por Puerto Lápice, pequeño municipio de la provincia de Ciudad Real. Siempre que paso por allí me acuerdo de aquel crimen que, hace ya treinta años, quedó impune. Supongo que habrá prescrito y, si se consiguiera detener a la persona responsable, quedaría en libertad.
Lo cierto es que ayer, 22 de abril de 2018, domingo, pasé por la fachada y paré. Hice un par de fotos con el móvil. Se veía el edificio abandonado y la oficina en la el único empleado de la Caja de Ronda murió, ya desmontada. El cielo estaba ligeramente gris y el sentimiento que me produjo no pudo ser más frío. Allí, quizás por eso también lo recuerdo más, había trabajado mi padre, bastantes años antes.
Lo cierto es que un hombre murió con una lezna clavada en la cabeza. Según el diario ABC de entonces, el juez, tras detener e interrogar a la hija, la dejó en libertad.
Ni en El País ni en el ABC se daba demasiada información. Por cierto algunos datos eran erróneos y otros no coincidían entre sí.
Se decía que era muy extraño que hubiera sido una persona forastera la que mató al empleado ya que la carretera nacional pasaba por allí y en aquellos tiempos, 1988, ya tenían cerrado y con mamparas de cristal, de manera que se conjeturaba que debió ser alguien conocido para que le abriera ambas puertas, la de la calle y la de "la pecera", por decirlo de alguna manera. 
Por otra parte, el hecho de que se tratara de una lezna introducía un toque peculiar. No parece un arma especialmente aconsejable para nadie pero menos para un simple robo de un banco. El País hablaba de punzón y el ABC de destornillador. A mí, la persona que me contó algunos detalles unos meses después, me habló de "lezna". 
Por otra parte, si no había cámaras de televisión ¿qué sentido podía tener matar a aquel hombre una vez conseguido el botín, si se era de fuera y se iba a huir inmediatamente? Aunque la lógica no es siempre aplicable.
Lo cierto es que la vida de un ser humano acabó de forma violenta e inesperada, que otras personas sufrieron la pérdida y que la persona culpable está  y ha estado todo este tiempo en libertad.


lunes, 9 de abril de 2018

La literatura y la realidad, serias dudas y certezas o el patrón "carne humana".

A estas alturas, abril de 2018, casi cumplidos 56 años, ya no sé muy bien lo que se considera Literatura con mayúsculas. Me pasa lo mismo con el Arte, con la Historia, con la Geografía...por citar unos ejemplos. Estas dudas o desconfianzas llegan más allá: Educación, Justicia, Democracia,...
Decía una profesora mía de la Universidad, María José Cuesta, citando a alguien, que "Arte es todo lo que el Hombre dice que es Arte".
Así, ¿Literatura es todo lo que se dice que es Literatura? Y, si fuera así, ¿qué valor tiene? ¿qué equivalencia, como el dinero con el patrón oro, tiene con la realidad, cuando se trata o se erige en eso, en realidad?
¿Qué pasa cuando se sabe positivamente que lo escrito es falso? ¿Qué se puede pensar de ese escritor si, por error o por expreso deseo, tergiversa la realidad? Yo ya llevo muchos años afirmando que no sé si el cuento de la Cenicienta es cierto, yo no estaba allí.
¿Qué ocurre cuando un escritor confiesa, pasados ya unos años, que escribió algo sobre una persona y lo que le ocurrió y rersulta que todo era falso? ¿Tiene el artista la obligación moral o profesional o simplemente literaria de rectificar? ¿Rectificará? ¿Cómo asegurarse de que las personas que leyeron la mentira leerán ahora la verdad? Y el calumniado, tergiversado o transformado en personaje literario detrás del cual se oculta o se transparenta una persona real, ¿qué puede hacer?
¿Nos podemos imaginar a una mujer de cincuenta años (o de la edad que sea)  escribiendo una carta al director de un periódico diciéndole que los supuestos goces con no sé qué poeta fueron más bien sombríos? ¿Y si hablaran los personajes de la novela, como en algún trabajo de Unamuno, y hasta se revelaran contra el autor? ¿No sería curioso verdaderamente ver las defensas y los ataques de esos miles de seres contra las mentes que los crearon? ¿Y si Alonso Quijano hubiera sido el prototipo de hombre cabal, recto, cuerdo y sin veleidades de  ningún tipo y el que tenía volcada la cabeza era un tal Cervantes o un Saavedra? (¡Oye Miguel, que te has pasado mucho!, podría decirle algún coetáneo, sabiendo lo que sabía...)
Y un poco más en serio, los escritos con vocación de traspasar el mero mercadeo, la frontera de lo efímero, y de alcanzar una categoría importante, como para ser considerada como verdaderamente Literatura digna de ser conocida y conservada y leída, o tiene un patrón "carne humana", un patrón de realidad, o es pura bagatela, baratija, imitación, ficción o vengancilla.
Y cuando se descubre que se cayó en el error, que se dió crédito al rumor o a la maledicencia...¡algo habrá que hacer! Si un escritor descubre que, tras quince años, por ejemplo, uno de sus relatos es falso y lo descubre al contarlo al protagonista, quién, con sorpresa, se lo explica...¿no se deberá disculpar o rectificar? Si ese personaje supuestamente de ficción es o fuera reconocible, ¿debe permanecer esa falacia envuelta en palabras más o menos bellas para el resto de la vida no de esa persona sino de sus descendientes?

Es posible y quizás muy conveniente que algún día contemos el verdadero relato que subyace detrás de esta entrada de un modesto "blog", un cuaderno de escritos sin grandes pretensiones, y que se pueda comparar con el cuento en cuestión, para valorar hasta qué punto la realidad quedó completamente desfigurada y, por otra parte, cómo se podría llegar a saber de quién se habla en tan literaria como irreal historia. Curiosamente, lo ocurrido en la realidad, sirvió para "despellejar" por escrito en las llamadas "redes sociales" al protagonista, hasta hacerle callar en una polémica muy interesante e importante.
No sabemos hasta dónde pudo llegar ese falso testimonio en boca de las personas a las que llegó. Así, por un lado, pongo en duda el valor de la Literatura si no es avalada por el patrón "carne humana", por una realidad incuestionable, por algo demostrable, por la experiencia, por la verdad, a pesar de los pesares. Y no me refiero solo a este caso sino a las personas en general que escriben o escribimos, -yo me incluyo, en la justa medida- Por otro, me pregunto qué extraña actitud subyace detrás del cinismo de quiénes mienten a sabiendas de lo que hacen y de conocer bastante bien a los sujetos objeto de sus falsas palabras.