El pasado cuatro de abril de 2018 el político defenestrado por su propio partido político, Podemos, por una cuestioncilla de poco más de cuatrocientos mil euros, que recibió en pago por no sabemos qué del gobierno de Venezuela, escribió un artículo, "Franco o el hombre que odiaba a los españoles" en el espacio virtual del diario Público -y ya hemos dicho que es dudoso que se pueda clasificar así tal cúmulo de falsedades y exbruptos- en el que parece reflejarse bastante bien. Habla supuestamente de Franco pero se retrata, con un estilo expresionista delirante de nula calidad literaria o política.
Y ya un poco más en serio, -que no es que lo anterior fuera en broma-, parece mentira que una persona con su formación académica, que es doctor y que es profesor universitario, pueda expresarse así, por escrito y en público. Tal cúmulo de falsedades no son admitibles. Son, sencillamente, un insulto y una provocación, que es lo que verdaderamente viene buscando. Resulta penoso pensar que una persona de su nivel pueda plantear temas tan complejos de la Historia de España de manera tan aberrante, tan disparatada, tan carente del más mínimo rigor y sin que le de vergüenza alguna.
Las afirmaciones que hace el profesor, doctor Juan Carlos Monedero, carecen del más mínimo soporte científico y se adentran en su insultario personal, en su intento de contagiar a otras personas desde el pedestal que le confiere su posición académica. Es como el doctor en medicina que estuviera recetando beber dos litros de anís al día como terapia curativa.
Dudo que un texto así aprobara un simple examen de Historia de España en cualquier instituto de España, salvo que chocara con algún personaje como él.
Desde luego es una pena que una persona pueda expresarse así pero lo más preocupante es que haya medios de comunicación (¿comunicación?) que puedan prestarle sus espacios para difundir semejante sarta de mentiras.
La vida no empezó el 14 de abril...y la Historia de España, tampoco. Pero Juan Carlos Monedero, el doctor que no hace honor a su titulación y cualificación profesional, disfrazándose de analfabeto envenenado de odio y mentira, lanza sus frases como si fueran armas que explotarán en las caras de sus supuestos enemigos. Así, lo que en realidad hacía, era calentar motores para ese aniversario que pasó sin pena ni gloria. Cualquier día podríamos hablar de las diez o quince macrofalacias que vierte en su texto -pócima ponzoñosa- el doctor Monedero y que parecen ser máximas o verdades irrefutables de cada vez más personas en España.
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