Ayer, 23 de abril de 2018, lunes, pude comprobar, sin asombro, por cierto, como Wyoming, (José Miguel Monzón Navarro, Madrid, 1955) en el programa "El Intermedio" de la cadena de televisión La Sexta, el presentador y actor cómico, hacía sus chistecitos y gracias sobre un tema tan delicado, difícil y para muchas personas doloroso, de la Memoria Histórica.
Su uso político, pero, sobre todo, partidista, me parece lamentable y muy criticable. Pero es lo que hay. Resultó llamativo que se dijera la causa de la muerte de dos republicanos, por fusilamiento de falangistas al empezar la guerra civil y que no se dijera en ningún momento la de los dos muertos del bando nacional o franquista. (Lo de "nacional" queda dicho como expresión muy utilizada y no como valoración o exclusión de ningún tipo). Es de suponer que también debieron morir de forma violenta a manos de los enemigos, pero el silencio nos recordó al chiste sobre el racismo en el que un hombre de color tenía que decir el nombre y los apellidos de todos los muertos en el ataque atómico de Hiroshima...
Decía el actor, con muy poco acierto, que el presidente Rajoy y otros políticos del Partido Popular no estaban contribuyendo a cerrar heridas y a la reconciliación. No es fácil tampoco abordar esa idea que, planteada así, resulta simplista e intencionada, aunque no se descarte que pueda llevar razón. Desde luego su actitud, sus comentarios, sus chistes y burlas y disimétrica actitud no ayudan nada. Es de suponer que Wyoming es un busto parlante y gesticulante y que se limita a reproducir el guión. De manera que estas líneas de crítica van dirigidas a quiénes hacen ese tipo de trabajo tan poco acertado.
Y es que la Memoria Histórica puede ser un gran acierto o todo lo contrario, pero se trata de la muerte de personas en una guerra civil muy, muy violenta y traumática, o en una posguerra también muy dura. Ya ha pasado mucho tiempo pero, a juzgar por lo que está ocurriendo, no el suficiente como para que se pueda hablar con un mínimo de objetividad, desapasionamiento y posicionamientos personales. Por cierto que han pasado más de ochenta años, y no cuarenta, como dijo Wyoming, queriendo hacer otro chistecito que se le fue al tópico de siempre, los cuarenta años de Franco, mal contados.
Sinceramente, tanto si se está a favor de este proceso de recuperación de los restos mortales de personas que murieron en la guerra civil o en los años siguientes, como si no, como si se es indiferente, o si se tiene un criterio diferente, creo que el punto de partida tiene que ser el más absoluto respeto. No hay cabida ni al chiste de un lado ni del otro, ni a la descalificación ni al insulto, ni a la verdad a medias -a unos los fusilaron unos falangistas y los otros murieron-, ni a la utilización partidista.
Desde luego ya han pasado tantos años desde que acabó la guerra hasta la muerte de Franco como desde esa fecha al presente, pero parece como si estuviéramos empezando la llamada Transición, como si unos hubieran estado casi cuatro décadas en el poder y los otros acabaran de llegar, con planteamientos de lo más subjetivos y desfigurantes, generalizantes o particularizantes, olvidadizos, y nada ceñidos a la realidad.
Y así no se cierran heridas sino que se abren o se generan otras nuevas. Así no se propicia el entendimiento entre personas ni de lo que ocurrió. Así se polariza a la sociedad en buenos y malos, en rojos y azules, en víctimas y verdugos, en republicanos y nacionales, y se olvida que se trató de una guerra civil atroz, en un contexto de profunda crisis económica y política y social, con fuertes implicaciones internacionales, en un tiempo extraordinariamente violento en el que, por cierto, las palabras que usamos hoy con unos valores o significados concretos en aquellos tiempos significaban otras cosas...
Así, para hablar de muertos o víctimas de la guerra civil española de 1936-1939 y de la posguerra, en la que también hubo víctimas del bando ganador, y parece que siempre se olvida, hay que partir del sosiego, del conocimiento, del intento de llegar a la verdad, del contexto, del intento de comprensión y no de la confrontación burda, tosca, mediocre, y muy interesada, de los que, en realidad buscan audiencia, o votos. Como muestra diferente a la tratada se puede leer el artículo -dudo que sea algo más que un listado de falsedades y exabruptos- de Juan Carlos Monedero titulado "Franco o el hombre que odiaba a los españoles". En realidad es un reflejo muy fiel del célebre político defenestrado por su propio partido y eso es lo que brota de su docta pluma, un autorretrato con el nombre de otro. Parece esforzarse mucho en sacar lo peor de si mismo para demostrar su fiereza y radicalidad (pseudo-radicalidad), ¡aposematismo barato!.
No pasa nada por repetir: con la Memoria Histórica, respeto, todo el respeto.
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