lunes, 9 de abril de 2018

La literatura y la realidad, serias dudas y certezas o el patrón "carne humana".

A estas alturas, abril de 2018, casi cumplidos 56 años, ya no sé muy bien lo que se considera Literatura con mayúsculas. Me pasa lo mismo con el Arte, con la Historia, con la Geografía...por citar unos ejemplos. Estas dudas o desconfianzas llegan más allá: Educación, Justicia, Democracia,...
Decía una profesora mía de la Universidad, María José Cuesta, citando a alguien, que "Arte es todo lo que el Hombre dice que es Arte".
Así, ¿Literatura es todo lo que se dice que es Literatura? Y, si fuera así, ¿qué valor tiene? ¿qué equivalencia, como el dinero con el patrón oro, tiene con la realidad, cuando se trata o se erige en eso, en realidad?
¿Qué pasa cuando se sabe positivamente que lo escrito es falso? ¿Qué se puede pensar de ese escritor si, por error o por expreso deseo, tergiversa la realidad? Yo ya llevo muchos años afirmando que no sé si el cuento de la Cenicienta es cierto, yo no estaba allí.
¿Qué ocurre cuando un escritor confiesa, pasados ya unos años, que escribió algo sobre una persona y lo que le ocurrió y rersulta que todo era falso? ¿Tiene el artista la obligación moral o profesional o simplemente literaria de rectificar? ¿Rectificará? ¿Cómo asegurarse de que las personas que leyeron la mentira leerán ahora la verdad? Y el calumniado, tergiversado o transformado en personaje literario detrás del cual se oculta o se transparenta una persona real, ¿qué puede hacer?
¿Nos podemos imaginar a una mujer de cincuenta años (o de la edad que sea)  escribiendo una carta al director de un periódico diciéndole que los supuestos goces con no sé qué poeta fueron más bien sombríos? ¿Y si hablaran los personajes de la novela, como en algún trabajo de Unamuno, y hasta se revelaran contra el autor? ¿No sería curioso verdaderamente ver las defensas y los ataques de esos miles de seres contra las mentes que los crearon? ¿Y si Alonso Quijano hubiera sido el prototipo de hombre cabal, recto, cuerdo y sin veleidades de  ningún tipo y el que tenía volcada la cabeza era un tal Cervantes o un Saavedra? (¡Oye Miguel, que te has pasado mucho!, podría decirle algún coetáneo, sabiendo lo que sabía...)
Y un poco más en serio, los escritos con vocación de traspasar el mero mercadeo, la frontera de lo efímero, y de alcanzar una categoría importante, como para ser considerada como verdaderamente Literatura digna de ser conocida y conservada y leída, o tiene un patrón "carne humana", un patrón de realidad, o es pura bagatela, baratija, imitación, ficción o vengancilla.
Y cuando se descubre que se cayó en el error, que se dió crédito al rumor o a la maledicencia...¡algo habrá que hacer! Si un escritor descubre que, tras quince años, por ejemplo, uno de sus relatos es falso y lo descubre al contarlo al protagonista, quién, con sorpresa, se lo explica...¿no se deberá disculpar o rectificar? Si ese personaje supuestamente de ficción es o fuera reconocible, ¿debe permanecer esa falacia envuelta en palabras más o menos bellas para el resto de la vida no de esa persona sino de sus descendientes?

Es posible y quizás muy conveniente que algún día contemos el verdadero relato que subyace detrás de esta entrada de un modesto "blog", un cuaderno de escritos sin grandes pretensiones, y que se pueda comparar con el cuento en cuestión, para valorar hasta qué punto la realidad quedó completamente desfigurada y, por otra parte, cómo se podría llegar a saber de quién se habla en tan literaria como irreal historia. Curiosamente, lo ocurrido en la realidad, sirvió para "despellejar" por escrito en las llamadas "redes sociales" al protagonista, hasta hacerle callar en una polémica muy interesante e importante.
No sabemos hasta dónde pudo llegar ese falso testimonio en boca de las personas a las que llegó. Así, por un lado, pongo en duda el valor de la Literatura si no es avalada por el patrón "carne humana", por una realidad incuestionable, por algo demostrable, por la experiencia, por la verdad, a pesar de los pesares. Y no me refiero solo a este caso sino a las personas en general que escriben o escribimos, -yo me incluyo, en la justa medida- Por otro, me pregunto qué extraña actitud subyace detrás del cinismo de quiénes mienten a sabiendas de lo que hacen y de conocer bastante bien a los sujetos objeto de sus falsas palabras.




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