Estoy sentado en mi trabajo. Desde mi mesa veo por la ventana pasar los camiones, por la carretera nacional. A los coches no los veo, salvo que me estire un poco. Si me levanto lo veo todo con bastante detalle. Veo pasar una góndola cargada de olivos centenarios, ya podados y con su cepellón. No es el primero ni la primera docena. Pienso en lo que está pasando y recuerdo lo que decía aquel agricultor de aquí, de Piedrabuena:
-Están plantando los árboles del campo en el pueblo y los del pueblo en el campo, ¡ésto no hay quién lo entienda!
Me vienen a la memoria esas rotondas con olivos podados en plan fantasía, por no decir chirrriante horterada antinatural, esos parquecillos de espanto, esas plazas y rincones en las que se vuelve a la más trasnochada litofilia reinventando un pasado que nunca existió. Recuerdo vivencias de gentes que vendieron sus olivares para estos fines decorativos y comerciales. Ahí quedó, por ejemplo, la película "El olivo" con sus múltiples y demoledores mensajes, en alguna cuneta de los archivos cinematográficos. Casi me sangran aquellos olivos que me arrancaron por el morro, sin haber completado el proceso expropiador, en fechas tórridas, sin avisarme previamente, para que pasara un absurdo, costosísimo e innecesario trasvase del Tajo a la Mancha, por debajo del cual, manaban aguas minerales extraordinarias, por cierto. Aquellos olivos míos, que fueron de mi padre que en paz descanse, de mis abuelos y de mis bisabuelos, como mínimo, no se pudieron salvar porque esa tarde había fútbol y los maquinistas que podían hbérmelos cogido y trasportado estaban muy ocupados y no tenían tiempo y tenían que ver el partido. Era la época del ladrillazo, por si fuera poco.
Y así, mientras tanto, se van arrancando pies a los olivos centenarios -miles y miles-para poder mecanizar la aceituna, es decir, su recogida, la recolección del fruto. O se van arrancando olivares enteros y poniendo nuevos, en espaldera, bien juntitos y con riego, para que produzcan mucho y muy deprisa. Y se van echando cada vez más productos químicos que hacen más que dudosa la bondad de estos árboles, de esos lugares, y de su preciado fruto. Ya hay olivares que antes producían, por ejemplo, espárragos y ahora, aunque sigan brotando, los esparragueros experimentados, no los recogen.
Van cambiando esos paisajes y con ellos todo, la vida y la vista que ofrecían.
Ahora, para ver olivos se puede ir a un parque, a una rotonda, a una plaza, aunque quizás lo que se vean no sean olivos sino esas extrañas formas, esas plataformas a distintos niveles en las que han convertido las escasas ramas que les han dejado con vida tan atrevidos podadores. Es cuestión de gustos o de mal gusto, depende de quién opine.
Pienso en los visitantes que, al ver semejantes despropósitos hechos con nuestro arbolado, pueden pensar, por ejemplo que si hacemos eso a nuestros más preciados y longevos árboles productivos qué no nos haremos a nosotros mismos. Me viene a la mente que quizás esos visitantes lo encuentren "bonito", "precioso", "original" y hasta entrañable y auténtico y típico, y, por supuesto, fotografiable. ¿Y los niños y niñas? ¿Qué pensarán? ¿Qué sentimientos y recuerdos se irán formando en esas cabecitas?¿Y los jóvenes? ¿Se estarán dando cuenta de este capítulo más de la larga novela de la desnaturalización de nuestro entorno, de la artificialización, de la banalización, de la horterización extrema, de la llamada urbanalización? Quizás dirán esa frase tan socorrida del "será lo que sea pero a mí me gusta"...
En fin, es sorprendente que nuestras autoridades permitan estas actuaciones mal llamadas ornamentales o de embellecimiento o las promuevan. Es penoso que no haya voces críticas suficientemente autorizadas para decirlo alto y claro. Es vergonzoso y muy contradictorio que nos digan lo que podemos y no podemos hacer en las fachadas de nuestras casas, hasta una escala del centímetro y del color, por ejemplo, y que se permitan semejantes atentados eco-urbanísticos. ¿Y nuestro Patrimonio?¿Y el valor del paisaje rural pero también urbano? Luego se argumenta que no hay dinero, que España tiente tanta Historia y tanto que proteger que no hay dinero...
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