El vendedor aseguraba que se trataba de un depósito de extraordinarias calidades en cuanto a estanqueidad, ¿qué se le puede pedir a un depósito?. Pasado el tiempo, dónde había una superficie homogénea y compacta ahora se abrían agujeritos, rajitas y se percibía una casi total porosidad por toda su superficie. Era un depósito de escasa estatura, que ya había vivido varios traslados. El tiempo había hecho mella.
Era una curiosa contradicción andante, o sedente o sedienta. Le llegaba agua, con lo particular que es el agua, como las lágrimas, que se escapa por cualquier resquicio, precisamente como condensación del dolor, y salía directamente, a veces a las pocas horas, incluso mezclándose con otros líquidos que nunca deberían haberse juntado, como la cerveza, el vino o, incluso, los cubatas. ¡Qué extraño es todo!
Aquel depósito de altas prestaciones de estanqueidad se había convertido en una especie de regadera ya ajada, rota y que perdía agua por todas partes. Una simple inspección habría solucionado el problema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario