Desde hace unos días ha cobrado intensidad la polémica sobre la retirada de los restos mortales de
Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado desde 1936 a 1975, de su tumba, en
el Valle de los Caídos.
El nuevo gobierno nacional, del
PSOE, con el apoyo de todos los demás grupos políticos excepto el PP y
Ciudadanos, dice estar dispuesto a sacar los restos de Franco en muy pocos días.
Llama la atención el vocabulario
utilizado, la falta de rigor histórico, la omnipresente forma de simplificarlo
todo y reducirlo a su mínima expresión, para, después, insultar, descalificar y
culpar a todas las personas que no acepten esas frases sin valor alguno.
¿A qué me estoy refiriendo? ¿A
quiénes? Basta leer los periódicos, escuchar la radio, ver la televisión o las noticias
y demás mensajes de internet para darse cuenta de que algo está ocurriendo. Se
habla de forma generalizada de Franco, al que suele seguir el epíteto de
dictador. Después, dependiendo de quién hable, se vienen vertiendo afirmaciones
de lo más fuertes, como genocida o asesino. En muchos momentos da la
sensación de que esas personas que hablan o escriben de esa manera no se
han molestado en aclarar que los restos mortales a los que se refieren eran
eso, un simple cadáver. Parecía, en realidad, que se trataba de un hombre que
estuviera vivo y al que tenían que desalojar. Es más, en un estado aconfesional y viniendo de tantas personas agnósticas y tan progresistas sorprende esa casi veneración por el cadáver embalsamado de un enemigo, al
considerarlo como vivo o cuasi-vivo, y tan importante, a pesar de llevar cuarenta y
dos años y pico enterrado con una losa de mil kilos de peso encima y en un
lugar recóndito al que sólo van los que de verdad tienen interés en hacerlo.
Tendría su gracia que, una vez
sacados los restos de Francisco Franco, se ubicaran en un sitio, por ejemplo,
céntrico y accesible y que su olvidada sepultura se convirtiera en lugar de
atracción, de visita y hasta de culto. Desde luego es una posibilidad. Lo que
está ocurriendo es que se está creando una curiosidad y generando unas
expectativas antes inexistentes.
Es muy importante partir del
rigor histórico, hasta dónde nos sea posible. Y hay que admitir que se trata de
una personalidad controvertida, polémica, sobre la que nunca habrá consenso.
Así, Franco es la representación
del dictador fascista para unas personas, con tintes de genocida, a pesar de
que haya historiadores de gran prestigio y procedentes de enfoques marxistas
que no lo consideran así. Mientras, para otras personas, es un héroe nacional,
un caudillo, un salvador, aunque se conozcan con bastante exactitud sus
carencias y defectos.
No se puede, en realidad no se
debería, juzgar a una persona con una palabra o una frase o dos, sin tener en
cuenta, como mínimo, el contexto en el que tuvo lugar esa vida, reducida a unas
cuantas palabras. Sorprende que haya numerosas biografías de cientos y cientos de
páginas, basadas en miles de folios, documentos, testimonios…y que se
simplifique de forma tan burda. Decía un maestro y pintor que conocí que el
medio utilizado condiciona el mensaje: con una brocha gorda hay determinadas
imágenes que no se pueden pintar, sobre todo si la superficie es exigua.
Se están lanzando afirmaciones de
lo más deformantes sin tener en cuenta que, para muchas personas, miles o
cientos de miles de personas, pasan a ser poco menos que dogmas de fe, por el
mero hecho de ser dichas por políticos, por gobernantes, por profesores
universitarios, por periodistas…Esas personas no saben o no quieren saber que
la realidad es muy compleja y difícil de conocer. No se les dice todo lo que
podría ser necesario para situar en su lugar preciso a este personaje y este
período de nuestra historia.
Es preocupante que haya tantísima gente que no sepa verdaderamente quién era Franco ni por qué unos lo denostan y otros lo respetan, por decirlo suavemente. Desde luego lo que puede llegar a inquietar es que la juventud se crea toda la mal llamada información que se genera ante estas polémicas y que terminan convirtiéndose en tópicos.
Hoy, sin ir más lejos, un articulista en el Diario La Tribuna de Ciudad Real habla del tema rebuscando en las profundidades de los últimos días de la muerte del entonces jefe del Estado y recreándose en los insultos y apodos que usaban algunos de los que le rodeaban. Curiosa lección de todo un político ya jubilado que, en tantas ocasiones, viene a hablar de respeto. ¿No tendrá por ahí el escritor de tan amplias miras algún articulillo sobre los apodos que recibían de sus camaradas personajes como Azaña o Negrín, por ejmplo, esperando a ser publicado?
No, el hecho de que yo escriba
estas ideas no significa que sea franquista o fascista o nada por el estilo.
Siento decepcionar a los etiquetadores y señaladores, tan abundantes como
innecesarios. Se trata de un intento de clarificar una situación que se está
emborronando, a mi juicio, hasta límites insospechados.
Podemos hablar de Historia
empezando en 1936, en 1934, en 1931, en 1929…o ir más al grano. Podemos hablar
de golpistas y tendremos que sacar a colación que, hace ochenta, noventa, cien
años…era lo normal. Prácticamente todos los políticos de izquierdas (y de
derechas) de aquellos tiempos eran golpistas y muchos de los líderes
republicanos incluso pasaron por la cárcel por sus reconocidos intentos de dar
golpes de estado.
Se nos puede ocurrir
hablar de “democracia” como un concepto actual que manejamos a diario pero sin
olvidar que en esos tiempos de los que algunas personas se empeñan en utilizar
política y partidistamente, el concepto era diferente. Lo que los demócratas de
aquellos partidos como el PSOE o el PCE querían era la dictadura del
proletariado…y no por eso se les llama, por ejemplo, estalinistas, ni
genocidas. Son cuestiones históricas que no se deben extrapolar, sin más, como
se está haciendo. Los golpistas de antes de la instauración de la II República
se convirtieron en héroes y sus nombres se usaron para denominar las calles más
céntricas de toda España, por ejemplo. Cuando se habla de Azaña no se añade a continuación "golpista", por ejemplo.
Los que hoy se consideran
herederos del PCE deberían recordar cuáles eran las formas de hacer de sus
líderes hasta hace muy poco tiempo no solo con los adversarios sino simplemente
con los que pensaban ligeramente diferente dentro de las mismas filas.
Leí que esta medida del traslado
de los restos de Franco llegaba cuarenta años tarde. No tengo una opinión al
respecto pero me acuerdo bastante bien, a pesar de ser un joven en aquellas
fechas, de lo que fueron los primeros años de la llamada Transición. Eran los
llamados “años de plomo”. Fueron años de huelgas, de manifestaciones, de
atentados mortales casi a diario, de una evolución que hoy me parece
vertiginosa…Pero desde luego, desenterrar o exhumar a los dos o tres años del
entierro parece muy, muy precipitado. Por cierto, muchas personas de izquierdas hacían burla del fallecido y se decía, por ejemplo, que allí, bien alejado, estaba bien enterrado Franco, con una losa de más de mil kilos de peso, para que no pudiese escapar.
Por otra parte no creo que se trate ni de una
prioridad ni de una verdadera necesidad pero admito que, fundamentalmente, para
algunos políticos y supongo que para un número indeterminado de personas, sí lo
es. Me cabe la duda de si las personas que así opinan tienen la información necesaria
sobre el tema.
Yo creo, por ejemplo, que el rey
Fernando VII no fue ni buen rey ni buena persona pero no creo que haya que
sacarlo de su tumba de la cripta en la que yacen sus restos. El Valle de los
Caídos está lo suficientemente lejos y apartado como para que nadie pueda
argumentar en su contra nada que no sea una personal idea de lo que debe ser el
enterramiento de los jefes de Estado.
En un programa de televisión de
hace ya unos años en el que se estaba abordando el tema de la II República y la
guerra civil española un historiador hablaba de la fatalidad de la llegada de
Franco y sus fuerzas a una ciudad española. Le siguió en el turno de palabra
otro historiador que narró como la entrada del general supuso la supervivencia
de su padre.
En fin, no es un tema fácil, no
es resumible en una frase, en un insulto, en una descalificación hacia quiénes
sencillamente piensan de otra manera, no es -no debería ser-un arma política. Se hará lo que se
haga –dónde manda patrón no manda marinero…-pero debería flotar en el ambiente
el respeto en todas las opciones.
He leído las propuestas de Izquierda Unida en
un artículo de internet. No me atrevo a opinar sin tener delante el documento
presentado en el Congreso de los Diputados. Lo que leí me parecía un ejercicio
de radicalismo verbal con ánimo de asustar, de molestar y hasta de humillar pero nada más, algo parecido a "radicalismo aposemático asintomático", como de barra de bar, en la sexta...caña.
Por otra parte, sería importante
que tanto en esta materia como en otras muchas, se buscara la objetividad, se
trabajara el consenso, se priorizara, se establecieran normas duraderas, se
previnieran situaciones que puedan ser contradictorias…en fin que, puestos a
hacer, que se haga bien o, mejor dicho, lo mejor posible.
Habría que pensar en no
polemizar, en no instrumentalizar, en no trivializar, en no deformar, en no
enciscar o encender, en no polarizar, en no enfrentar, en no
espectacularizar…Con la cantidad de problemas que tenemos, con las necesidades
perentorias de cientos de miles de personas, con los retos que, no es que se
avecinen sino que yacen ahí en todos nuestros rincones, me parece una
trivialidad y un despropósito todo lo que está pasando con los restos mortales de
Franco.
Se puede hablar por hablar, como
se habla del tiempo o como se elaboran discursos muy bien sonantes pero que
conducen al laberinto de la incomprensión, del echar en cara, de acusarse
mutuamente, de la victimización, de la culpabilización, de las palabras enormes
que se quiere que caigan como bombas, como la de “dignidad” o la de “justicia”
o la de la “memoria histórica”, con todo el respeto por mi parte. Por el
contrario, se puede intentar ver con seriedad cuál es la mejor opción o,
quizás, la menos mala.
El otro día decía yo que si se
llamara o entrevistara a mil personas, por ejemplo, y se les pidiera que
hicieran un listado de las cincuenta medidas más urgentes que debe tomar el
nuevo gobierno de Pedro Sánchez y su amalgama de partidos e ideologías no creo
que saliera, ni por asomo, el traslado de los restos de Franco. Pero, dicho
esto, quizás una vez que se haga, mejor o peor, algunas personas tendrán que
buscarse otro discurso y se dará cuenta, igualmente, mucha gente, de la escasa
o nula importancia del tema.
Piedrabuena, 2 de julio de 2018, lunes.
FZS.